Valladolid monumental o el monumento que es Valladolid

Valladolid monumental o el monumento que es Valladolid

De la plaza de España a la plaza Mayor esta ruta discurre por algunas de las localizaciones más importantes de la ciudad y por los acontecimientos que en ellas tuvieron lugar

De historia relativamente nueva, Valladolid se ha convertido en una de las urbes más bonitas y, al mismo tiempo, menos conocidas de España. Y es que la que fuera capital de un Imperio cuenta con una gran cantidad de monumentos bien conservados que ratifican la monumentalidad de la propia ciudad y que hacen que los turistas se sorprendan cada vez que pasan por ella, ya que sus calles repletas de vida e historia, y la gastronomía que la caracteriza, la llenan de una riqueza cultural incomparable.

Valladolid comienza su historia en el siglo XI, cuando el rey Alfonso VI le encomienda a Pedro Ansúrez la repoblación y administración de dicha zona que hoy comprende toda la provincia. El conde Ansúrez escogió esta población como asentamiento principal desde el que organizar y gobernar la repoblación de este entorno de tal forma que, la aldea que tan sólo contaba con una cerca defensiva, un alcázar y dos iglesias, se convirtió en una de las ciudades más importantes de la historia de España que hasta llegó a proclamarse capital del país.

Sin duda, escoger una ruta concreta para visitar la localidad es muy complicado, sin embargo, desde Zona Magazine hemos hecho una pequeña selección de las localizaciones más relevantes que no te puedes perder para conocer el monumento que es esta ciudad.

Nuestra aventura comienza en la plaza de España, un lugar en el que el ocio se apodera de su entorno cada mañana con el montaje del mercado de productos alimentarios bajo su extensa marquesina, y por la tarde-noche en los bares colindantes, que vibran mientras el agua de la fuente del mundo que preside la escena fluye sin descanso. Desde aquí, pondremos rumbo por la calle López Gómez hacia la plaza de la Universidad, donde una hilera de leones guardan a los estudiantes de Derecho y la fachada barroca de este centro de conocimiento que cuenta con alegorías de las materias que se imparten entre sus muros.

A partir de este punto, pasaremos junto a la estatua dedicada a Miguel de Cervantes para, avanzando por la calle Cardenal Cos, ubicarnos bajo los pies de la imponente catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Concebida para ser la catedral más grande de Europa, sólo se ha llegado a construir el 40% del proyecto original debido a la falta de recurso y dificultades de cimentación, unos factores que, aunque no han dejado que la edificación se convierta en aquello que se había pensado en el origen, permiten a las nuevas generaciones contemplar las partes de la antigua colegiata de Santa María la Mayor. En definitiva, una obra que comprende diferentes estilos y técnicas, además de conservar una parte muy importante del patrimonio de la ciudad. Y aunque el contar con partes de la antigua colegiata le da una imagen de incompleta, la visión del pasado recuerda a vallisoletanos y turistas las raíces sobre las que se levantó la nueva ciudad y los edificios que la componen.

Además, la construcción se encuentra en la zona cero de la actividad social, pues los establecimientos que en su entorno se sitúan son también parte de la historia del municipio y de cómo ha ido evolucionando; localizaciones cuyas  terrazas brillan, tanto en verano como en invierno, ante la luz que se refleja de los muros del imponente centro religioso que las contempla. Y por si eso no fuera suficiente, la plaza de Portugalete –donde se ubica- cuenta también con esculturas que homenajean algunas de las festividades más importantes por las que la ciudad es famosa a nivel nacional; como es la Semana Santa.

En contraposición al colosal tamaño de la catedral, la iglesia de Santa María de la Antigua se levanta en el lado opuesto de Portugalete; una edificación que recibe su nombre debido al origen de su construcción, que data del momento en el que el conde Ansúrez llegó a estas tierras. Junto a Santa María la Mayor, la Antigua forma parte del patrimonio histórico y de la vida nocturna de los habitantes de la ciudad. De manera anecdótica, bajo el edificio actual se han encontrado restos de baños romanos de los siglos I y III, enterramientos de la necrópolis medieval, el patio de un palacio renacentista y la bóveda del cauce del río Esgueva, entre otras curiosidades.

La siguiente parada nos lleva hasta la plaza de San Pablo, donde se encuentran el palacio de los Pimentel, el Palacio Real y la iglesia que lleva el mismo nombre que la plaza. Antes de centrarnos en los edificios reales, nos vamos a fijar en la portada de la iglesia de San Pablo; una fantasía para la vista y para los amantes de la arquitectura. Este edificio fue el lugar en el que el rey Felipe II –que nació en el Palacio Pimentel en el año 1527- recibió el bautismo, y cuenta la leyenda que, para poder bautizarlo en esta iglesia, tuvieron que sacar al monarca por una de las ventanas del palacio, que hoy es admirada por los turistas que llegan hasta ella y conocen la historia. Por su parte, el Palacio Real, anexo a este inmueble, fue la residencia oficial de los Reyes de España cuando Valladolid era la capital y sede de la Corte, y en él vivieron soberanos como Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV nació entre sus muros y hasta Napoleón Bonaparte lo habitó durante la Guerra de Independencia.

Últimas paradas

Desde aquí ponemos como meta la Plaza del Viejo Coso –a tan sólo cinco minutos por la calle de San Quirce-, una edificación de 1833 que fue la primera plaza de toros de Valladolid. Se levantó sobre el lugar que ocuparon las casas del Conde de Salinas y el Hospital de Pobres, y desde su construcción algo que llama la atención de todo aquel que la contempla es su forma octogonal, poco habitual en este tipo de estructuras. Durante más de sesenta años esta estructura acogió los espectáculos taurinos de la ciudad, que hasta el momento se celebraban en la plaza Mayor y en las zonas cercanas a la Puerta del Campo.

En origen disponía de un tendido de piedra y una crujía cubierta con dos plantas de gradas, donde se colocaban los espectadores para disfrutar de los espectáculos. Tras la aparición del nuevo coso se convirtió en casas para la Guardia Civil, y cuando estos se trasladaron a la carretera Segovia se transformó en una zona de uso residencial. Así, los antiguos palcos en los que personajes ilustres de la ciudad acudían a las corridas finalmente se ocuparon como viviendas, las balaustradas se decoraron con plantas y ornamentos y, lo que en el siglo XIX constituía el ruedo es, actualmente, un pequeño parque con altos árboles.

El último alto en nuestro viaje no podía ser otro que la plaza Mayor, una de las más grandes de España y el centro neurálgico de la vida vallisoletana. Los soportales, que rodean todo el espacio, dan cobijo a algunos de los establecimientos hosteleros más longevos de la urbe, y en su centro, una estatua en honor al repoblador de la zona, el conde Pedro Ansúrez, preside el ágora junto con la Casa Consistorial.

Este emplazamiento acoge la mayoría de los grandes eventos que tienen lugar en el municipio, tales como la pequeña feria navideña, el torneo de pádel o los conciertos que tienen lugar durante las fiestas de San Lorenzo, que se celebran del 2 al 11 de septiembre.

Como colofón o para recuperar fuerzas y seguir investigando la ciudad por nuestra cuenta, los restaurantes y bares de la zona centro son una oda a la gastronomía popular y moderna y a los platos típicos castellanos que se traducen en una forma perfecta de terminar nuestra escapada. Además, en las fiestas en honor a la Virgen de San Lorenzo, la ciudad se llena de vida y todos los barrios cuentan con casetas gastronómicas en las que degustar la rica cocina vallisoletana.