Un recorrido por lo mejor en torno al río que une dos países
Descubriendo el curso del Duero en España y Portugal a través de su historia, paisaje, vinos y gastronomía
Texto: Enrique Sancho y Carmen Cespedosa
Desde el Pico de Urbión a las orillas de Oporto, el río Duero, que al cruzar la frontera y el idioma pasa a llamarse Douro, atraviesa casi 900 kilómetros de algunas de las tierras más bellas de los dos países; y durante 112 kilómetros no se decide entre ser español o portugués, dejando una orilla en cada país formando frontera. Para los portugueses, que tanto aman definir sus lugares explicando donde están o lo que producen –Tras-os-Montes, Alentejo (más allá del Tajo), Madeira…–, es fácil identificar Douro con ouro (oro), porque sin duda el viejo río es sinónimo de riqueza con su enorme caudal, los bellos paisajes que riega, la personalidad que da a Oporto en su desembocadura y, por supuesto, los excelentes vinos a los que también da nombre.
En el lado español, el Duero no tiene un significado especial pero sin duda es también un sinónimo de riqueza, aunque no esté relacionado con el oro. Un patrimonio excepcional, con magníficos castillos, bellas iglesias, sorprendentes monasterios y casas solariegas se asoma a sus orillas, y rincones únicos con naturaleza exuberante, con valles, acantilados, suaves praderas, campos de cereal y frondosos bosques se bañan en sus aguas. Y esas aguas, regando millones de vides, logran el milagro de producir algunos de los mejores vinos del mundo. No en vano, en las seis provincias de Castilla y León que el Duero atraviesa se concentran una decena de Denominaciones de Origen.
Recorrer el camino del Duero y sus tierras próximas es un viaje apasionante, tanto como lo es, salvando las distancias, el de su vecino y casi paralelo Camino de Santiago. La iniciativa Duero/Douro, que promueve el Grupo de Trabajo de Patrimonio Cultural en el seno del Clúster AEICE, nació hace tres años -y ha recibido el Premio Mejor Iniciativa de desarrollo local de Castilla y León-, y busca la colaboración entre los agentes públicos y privados y la sociedad con el objetivo de conseguir un modelo dinamizador y generador de desarrollo socioeconómico para el territorio, basado en la puesta en valor de su patrimonio cultural de manera sostenible y en la integración de su patrimonio natural, enogastronómico y social.
El Clúster es una agrupación de empresas que promueve el desarrollo socioeconómico del territorio a través de la colaboración, la innovación, la internacionalización, la capacitación y la comunicación en el sector hábitat con varias facetas: construcción, patrimonio, equipamiento e industria manufacturera, rehabilitación de edificios, economía circular y entornos amigables. Es una iniciativa privada que surge de abajo a arriba, desde las empresas hacia las instituciones, con una filosofía clara de colaboración público-privada y en clave de compromiso con las personas y el territorio.
Por los caminos del Duero
Desde el punto de vista turístico, el programa Discover Duero/Douro propone diversas rutas -la mayoría de seis o siete días- en tierras de España y Portugal con el Duero como protagonista. Un recorrido más corto para tres o cuatro días permite disfrutar de algunas de sus esencias, desde Peñafiel a Miranda do Douro, en el que todos los sentidos permanecerán alerta.
No es mala idea iniciar esta ruta en Peñafiel, un lugar que se denomina ‘Cuna de la Ribera del Duero’ y que en un espacio pequeño reúne un deslumbrante castillo, un buen Museo del Vino, una encantadora plaza, la del Coso, símbolo de la mejor arquitectura popular y, por supuesto, una deliciosa gastronomía… todo, o casi, lo que se irá encontrando en esta ruta.
La fortaleza de Peñafiel constituyó un punto fundamental en la línea defensiva del Duero, tanto para cristianos como para musulmanes allá por los siglos IX y X. Desde el cerro, el castillo dominaba los valles de los ríos Duero, Duratón y Botijas, y protegía a la población. Hoy es un ejemplo perfecto de arquitectura militar y de magnífica reconstrucción y, además, una muestra de una de las riquezas de esta tierra en su Museo Provincial del Vino, que cada año recibe a más de 100.000 personas y en el que se puede hacer un recorrido por la historia y la cultura del vino, las técnicas de producción y la elaboración de alguno de los vinos más afamados del mundo.
Dejando con pena este encantador lugar aparecen en el camino algunas de las grandes bodegas que irán jalonando el recorrido. La primera es Tr3smano, con una singular arquitectura que busca la integración del edificio en el paisaje minimizando el impacto visual y respetando el medio ambiente. Sus productos son resultado de la fusión de las tres subzonas de las que obtienen sus uvas y, curiosamente, no todos los años se vendimia el 100% de cada viñedo, sino que a veces se debe despreciar parte de la cosecha para beneficiar la calidad final del vino resultante. Con este exigente criterio ha conseguido que uno de ellos haya recibido la máxima distinción en el prestigioso Concurso Internacional de Vinos Bacchus, reconociéndolo como uno de los 32 mejores del mundo en el año 2021. Con la filosofía de que el vino no es solo una bebida, sino un símbolo del gusto por el origen y las cosas auténticas, fruto del trabajo, la dedicación y de la capacidad para transformar la tierra en historia, belleza y placer, han creado el Club Milla, una comunidad exclusiva de amantes del vino, la gastronomía, la historia, la cultura y el buen gusto.
Buenos vinos y relajo espiritual
Con el buen sabor de boca y pidiendo más, llega el turno de dos de las grandes marcas de la zona: Emina y Matarromera, ambas de la mano del genial emprendedor Carlos Moro, que siempre tuvo claro que quería investigar en un sector tan tradicional como es el vino, que sus antepasados venían trabajando desde hacía muchos años, y que ha conseguido situar esta tierra vinícola en dos de las grandes Denominaciones de Origen como son Ribera del Duero y Rueda.
Sus vinos son cuidados en selectas barricas de roble francés y americano formando un equilibrado orden de pasillos que se convierte en el lugar idóneo para el descanso de vinos de calidad y el vuelo de aromas soñadores. Alguna de sus obras maestras, como el Matarromera Reserva, con uvas Tempranillo seleccionadas cuidadosamente que lo hacen complejo, sedoso y muy elegante, llega a valer 780 euros la botella, eso sí, tamaño Magnum de 1,5 litros con estuche de regalo.
El final de la jornada lleva al vecino monasterio cisterciense del siglo XII de Santa María de Valbuena, que ostenta el orgulloso título de ser el mejor conservado de Europa. Gestionado por Castilla Termal, se ha transformado en un exclusivo complejo turístico, con 79 habitaciones de lujo, y un magnífico y completo balneario spa con aguas mineromedicinales. El complejo es, además, sede permanente de la Fundación Las Edades del Hombre, esa genial iniciativa que está permitiendo exponer cada año el abundante patrimonio de arte religioso de Castilla y León en distintas localidades de la región. También aquí está un taller de restauración que cuida del perfecto estado de estas obras de arte.
Una restauración muy diferente es la que ofrece Santa María de Valbuena en su exclusivo restaurante Converso bajo la dirección del chef Miguel Ángel de la Cruz, con una cocina slow food basada en platos de la cocina tradicional y moderna, elaborados con productos de alta calidad de la zona.
Tierras de buen comer… y de beber
En un recorrido por el Duero con el vino como uno de sus grandes protagonistas, no puede faltar la visita a Aranda de Duero, en cuyo apellido muestra su vocación, y que ha sido reconocida como Ciudad Europea del Vino lo que la sitúa en el mapa de ciudades del vino de Europa. Claro que habría que decir lo mismo de su pasión por el lechazo y el cordero asado, presente con la mejor calidad en toda Castilla.
Olvidando por un momento la gula y retomando el sentido espiritual y cultural, es imprescindible la visita a la Iglesia de Santa María la Real, de bella factura gótica isabelina del siglo XV y admirar, sobre todo, su bellísima portada atribuida a Simón de Colonia, concebida a modo de grandioso retablo, donde se incluyen escenas en relieve de la Adoración de los Magos. Menos espectacular, pero igualmente interesante, es el camino a sus bodegas subterráneas que abarca más de siete kilómetros. Este es, también, un buen lugar para iniciar la Ruta del Vino de Ribera del Duero, que lleva a más de 90 pueblos interesantes y 65 bodegas, todas ellas con grandes vinos.
Una de las sorpresas que aparecen en el camino hacia Tordesillas es Haza, sobre todo por lo que tiene de la actuación presente que se está realizando y por lo que ofrece de futuro. Su impresionante torreón, con espectaculares vistas, ha sido convertido en un museo de vivo, que puede visitarse libremente con previa reserva digital y obteniendo un código con el que entrar sin problemas.
El pueblo está casi desierto, pero sus casas conservan la dignidad y resultan un conjunto muy armónico. Su dinámico alcalde, Segundo Benítez, ha conseguido pavimentar todo el municipio y confía en que Haza logre atraer a artistas, como en su día ocurrió con Pedraza en Segovia o Carmona en Cantabria, porque privilegiado escenario no le falta. Sin duda tiene futuro y es un ejemplo de cómo esa España vaciada puede volver lentamente a llenarse. Antes de seguir camino, hay que reponer fuerzas en el único bar restaurante del lugar; excelente morcilla (al fin y al cabo estamos en Burgos), chorizo, ensalada y un buen cordero son el menú perfecto.
Aunque hay muchos motivos para describir a Tordesillas, el primero que viene a la mente es el del Tratado al que dio nombre, que dividió el mundo entre las dos grandes potencias de entonces (1494): Portugal y España. Las Casas del Tratado recogen documentos de la época, maquetas de las tres naves que llevaron a Colón a América y también de los principales monumentos de la región. Un paseo por la ciudad lleva a visitar el Real Monasterio de Santa Clara, la plaza Mayor, el puente medieval de diez ojos y algunos restos de la muralla que rodeaba toda la villa. Nada queda de la antigua casona-palacio-cárcel en la que la reina Juana estuvo encerrada 46 años por orden de su padre y su hijo. También, como ya es norma en este recorrido, las originales bodegas subterráneas Muelas que, además de blancos, tintos y rosados, se han atrevido con el innovador Velay, el primer vermut de Valladolid.
Para dormir antes de enfilar la Ruta del Vino de Toro, nada mejor que el castillo de Monte la Reina, un palacio neogótico del siglo XIX decorado con estilo vanguardista y contemporáneo, con solo ocho habitaciones totalmente equipadas manteniendo toda su esencia. Naturalmente, también tiene una moderna bodega en la que destacan los vinos jóvenes, frescos, estructurados y con gran intensidad de color propio de la zona y de la uva Tempranillo. Un alto en el camino que da pie al resto de una ruta inolvidable.
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