Crónica de… El Geppetto medinense
Santiago Prieto lleva trabajando la madera desde niño, desvelando con sus manos y sus gubias las obras que en esta se esconden, una tarea que con la entrada de las máquinas en las fábricas de muebles tuvo que abandonar, pero que ha retomado tras la jubilación
Ni su obra maestra es Pinocho ni su nombre real es Geppetto, pero Santiago Prieto pertenece a las últimas generaciones de ebanistas y artesanos de la madera de Medina del Campo. A sus 76 años, lleva más de sesenta desvelando con sus manos y herramientas la esencia oculta de la madera, y donde el resto ve un simple tronco o un grupo de tablas, él ve una obra de arte que revelar.
Santiago comenzó a los 13 años en una fábrica de cunas medinense, y desde entonces pasó de una empresa de muebles a otra, donde poco a poco fue creciendo su pasión por este oficio. Al principio su labor consistía en lijar las piezas que los tallistas iban grabando, y mientras realizaba las tareas sus ojos se desviaban hacia el trabajo de sus compañeros, memorizando detalladamente los movimientos que estos realizaban para, al finalizar la jornada, quedarse a practicar lo que había visto y mejorar su técnica a base de prueba y error.
«Los chicos de mi edad salían disparados de la fábrica al acabar el día, y yo me quedaba a practicar. Era cuestión de interés y de fuerza de voluntad. A mí siempre me ha gustado trabajar la madera y quería seguir aprendiendo para hacer lo mismo que los tallistas», recuerda Prieto, quien cuenta además que, las jornadas extras que él mismo se imponía, le dieron la oportunidad de aprender a desarrollar sus habilidades. «Entonces empecé a coger trabajos de talleres más pequeños para sacar un sobresueldo, porque en aquel entonces todo lo que llevaras a casa era poco».
El artesano lamenta que la dificultad de competir con las máquinas copiadoras le obligase a él y a muchos a abandonar sus puestos de trabajo, pero afirma que «nunca» ha dejado de trabajar el producto de los árboles. «Aprovechaba mi tiempo libre para ir haciendo tallas, y con la jubilación tengo todo el tiempo del mundo», apostilla.
Obras con alma
Un zapato, una cazadora o una escena de la vida cotidiana sirven de inspiración al artesano, quien no deja su afición ni cuando pasea por la calle, ya que todo lo que le rodea es un reto que plasmar y la madera un lienzo en blanco al que dar forma. «Si cuando voy caminando me llama algo la atención le hago una foto para que no se me vaya la idea, y con eso empiezo a trabajar. Suelen ser cosas que tenemos por casa». Prieto asegura que siempre intenta que sus obras sean lo más reales posibles en medidas y formas, «y quizá eso sea lo más difícil», y sostiene que no existe un tiempo estimado para terminar una escultura, sino que cada una es única y tiene alma, «y reflejar cada detalle con fidelidad lleva su tiempo».
El artesano cuida cada detalle para darle el mayor realismo a sus composiciones
Una de las composiciones que más llama la atención durante las exposiciones –suele mostrar su trabajo en centros cívicos de Valladolid, pero también ha expuesto varias veces en Medina del Campo, Nava del Rey o Villaverde de Medina- es un cuadro en el que se representa a dos ancianos jugando a las cartas. Una pieza única en la que las arrugas y las venas son de un realismo tal que parece que las personas del cuadro se van a mover en cualquier momento. Pero lo que más atrae las miradas son las gafas de ambos, que sobresalen completamente del cuadro. «Me suelen preguntar que porqué son independientes, pero es que las gafas no son parte del cuerpo, sino algo que te puedes quitar en cualquier momento, y eso es lo que quise plasmar».
El artista cuenta entre sus obras con cazadoras de cuero con arrugas y puntadas exactas de hilo propias de una prenda de ropa, así como zapatos y botas con cremalleras que, de no estar fijas, podrían subir y bajar. Actualmente, Prieto está inmerso en un proyecto en el que el modelo no es otra cosa que la parte superior de un traje: camisa, chaleco, chaqueta y pajarita. «Quiero reproducirlo de tal manera que parezca que lo tienes colgado en una percha», puntualiza.
Además, también posee tallas de imaginería, espejos, sombreros, bolsos e incluso una escopeta de su época de legionario. Todo un surtido de elementos singulares que caracterizan el trabajo de este escultor.
Manos mágicas
A la hora de comenzar una pieza, Santiago explica que lo primero es tomar las medidas y, dependiendo del tipo de escultura, lo siguiente es elegir el material. «Trabajo con toda clase de madera: haya, nogal o pino, pero mi favorita es esta última, porque es la más bonita y no necesito teñirla después», revela. Una vez que el artista ha seleccionado los componentes hay que darle paso a la magia.
Santiago calcula los tablones que le van a hacer falta y los divide en varias partes, dependiendo del tamaño de la talla, para después encolarlos y unirlos –dándole el grosor necesario- con un papel en el centro para evitar que la madera se pegue entre sí y no se pueda despegar más tarde. Dibuja lo que quiere plasmar y, cincel y gubias en mano, empieza a tallar y a dar forma a la composición. Cuando termina, si la pieza lo requiere, separa la parte delantera de la trasera y trabaja el interior, dándole aún más realismo a las creaciones, y finalmente vuelve a pegar las piezas por los laterales. «Eso en el caso de los proyectos que van huecos en el interior, y en el resto es cuestión de ir moldeando», apunta.
Futuro incierto
Santiago considera que este tipo de oficios se está perdiendo, y que la gente joven ya no quiere trabajar con las manos, sino que están demasiado inmersos en las nuevas tecnologías. «Aunque siempre hay alguien que continúa trabajando la madera yo creo que cuando falte mi generación puede que se acabe abandonando». Sin embargo, anuncia que él estaría dispuesto a enseñar el oficio en su taller para poder mantenerlo, siempre y cuando los alumnos estén decididos a aprender y dedicarse a ello. «Ya tengo una edad y no puedo estar peleando con nadie. Tienen que ser personas que muestren verdadero interés». De hecho, Prieto ya cuenta con una alumna que, tras ver sus obras expuestas, se interesó por el oficio y va un par de veces a la semana a trabajar con él.