La reina viuda Leonor Urraca en la “cárcel de reinas”
El 2 de abril de 1416 moría el rey de Aragón Fernando I, el de Antequera, siendo desde este momento su mujer, Leonor Urraca, la reina viuda de Aragón, firmando los documentos como “La triste reina”.
No dedicó mucho tiempo a permanecer como tal en el reino de Aragón, pues a mediados de 1417 ya estaba en su querida Medina del Campo, en su casa al lado del Monasterio de Santa maría de los Huertos (posteriormente Santa María la Real).
Poco tiempo después se iniciaron los conflictos entre los hijos de la reina viuda, “Los infantes de Aragón”, con el rey castellano Juan II, basados en la dominación que el condestable Don Álvaro de Luna ejercía sobre el rey, posiblemente en contra de los intereses de los infantes.
Los continuos encuentros en Medina del Campo, donde residía la reina viuda, hicieron levantar sospechas al rey castellano por la posibilidad de que tuviera influencia en tales conflictos.
El 17 de marzo de 1430, el Rey Juan II envió a Pero Carrillo de Huete, su Halconero Mayor, a la reina Leonor, rogándole se acercara a Alaejos, donde el rey se encontraba, pues quería hablar con ella de ciertas cosas. La reina respondió que estaba ocupada de dolencia y que no podía ir tan lejos, pero que iría a Torrecilla del Valle, a dos leguas de Medina. Enterado el rey de la situación, se acercó a Torrecilla, donde llegó una hora antes que la reina Leonor. Salió a recibirla y habló con ella un tiempo en su posada. En la conversación quedó acordado que otro día se fuese a comer a Tordesillas y que la acompañaran los mismos que la habían acompañado a Torrecilla.
Llegando la reina a Tordesillas, a dos tiros de ballesta del puente, encontró al Doctor Fernando Díaz de Toledo, secretario y relator del rey, que la comunicó:
“Señora, el rey os ruega que vayáis a descabalgar a Santa Clara, donde él está oyendo misa. Allí os hablará de cosas que cumplen con su servicio y con vuestro honor”.
Ella fue para el Monasterio y descabalgó al alcanzar las cadenas de la puerta y no se detuvo hasta alcanzar el interior de la Iglesia. El rey envió a su relator para rogarla que entrara al monasterio donde la esperaba. La reina se excusó, de tal manera que el rey salió del monasterio a la iglesia donde la rogó que entrara al monasterio, no consiguiendo su intención. A lo más que accedió la reina fue a acercarse a comer a casa del mayordomo de la Abadesa que está en el monasterio y que ella le contestaría más tarde. El rey se fue a comer y mandó a Pero Carrillo se quedase con ella para conocer su respuesta, que debía de darla a la hora de Completas.
La respuesta fue que la placía cumplir con su mandato pero le pedía que quedaran con ella una dueña y dos mozas que la sirviesen. El rey accedió a lo solicitado, viniendo al monasterio y acordando con Mari Carrillo, la abadesa, lo comentado.
El sol empezaba a ocultarse cuando el rey envió a Pero Carrillo a por la reina, quien la acompañó al monasterio donde la esperaba el rey, ya puesto el sol. A los pies de la escalera levadiza de acceso, la reina se volvió hacia su dueña y doncellas y las dijo:
“Amigas, a Dios os encomiendo, que yo entro en este monasterio, donde le rey mi hijo me manda entrar. Y yo confío en Dios y en su merced, que él guardará mi honra y mi estado, según que la razón lo quiere. E el que aquí me pone él me sacará; e en tanto, encomiéndovos a Dios e a su merced.
E dioles manos y paz… E los gritos dellas fueron tan grandes, de las doncellas e de las dueñas, que no ovo hombre en el mundo que no oviese lastima”.
Así fue encarcelada la reina viuda Leonor Urraca en el Monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Y esto lo hizo el rey Juan II por la gran sospecha de que ella tenía de avisar a sus hijos desde su casa.
¿Remordimientos de conciencia? ¿Presiones del rey de Portugal? En el mes de agosto, el rey ordenó la liberación de nuestra reina Leonor Urraca, viuda de Fernando el de Antequera,… Ella volvió inmediatamente a su casa de Medina del Campo.
Por Juan Ignacio Gutiérrez.