Crica y las vacas que cuidan sus propios pastos

Crica y las vacas que cuidan sus propios pastos

La granja ecológica, ubicada en Megeces, ha eliminado por completo los químicos de sus cultivos y del cuidado de sus animales, mejorando la alimentación de los mismos para que la leche cruda y los quesos que comercializan sean lo más naturales posible

Historia de una vaca ecológica. Al sol y pastando a sus anchas. Sin un mayor control que el necesario para que no coja enfermedades y un doble ordeño diario, así viven las vacas de la granja Crica desde hace veinte años. Bajo el amparo de los hermanos Alfonso y Julio Criado, los animales residen en un espacio que aboga por que su vida sea lo más parecida a la que tendrían si estuvieran en libertad, con tal autonomía que podría decirse que son ellas mismas quienes cuidan los pastos en los que se alimentan.

Con la naturalidad como eje vertebrador, la cooperativa afincada en la localidad de Megeces es la única granja de bovino con la certificación ecológica de la Comunidad, un factor que los ha hecho diferenciarse de las grandes industrias, apostando por un menor número de cabezas de ganado pero con una calidad productiva mayor debido a las condiciones en las que se crían.

Pero esto no fue siempre así. Y es que los padres de Alfonso y Julio ya tenían vacas hace cincuenta años, además de campos de cultivo, sin embargo, cuando sus hijos se hicieron cargo de ambos, la legislación cambió, prohibiendo que una explotación ganadera y otra agrícola compartiesen la misma superficie. De este modo, decidieron crear una cooperativa, y con las primeras letras de los apellidos de sus padres, Criado Catalina, en 2003 pusieron en marcha Crica. 

Alfonso, el pequeño de los hermanos y actual gerente, explica que desde el principio querían ser «autosuficientes y poder abastecernos con nuestros recursos». Además, ya entonces les rondaba la idea de transformar la leche en productos lácteos. «Hacíamos pinitos en ecológico, pero una vez que llevamos a cabo las reformas y la finca pasó a estar controlada por el CAECyL (Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León) fue cuando arrancamos realmente con la agroecología, y en 2008 comenzamos a distribuir».

Asimismo, una de las características más importantes de la cooperativa es que no se usan antibióticos de síntesis química para evitar que pasen a la leche y puedan ser perjudiciales para la salud, y el campo está libre de pesticidas y de abonos químicos, todo ello con la filosofía de que cuanto más natural es la vida de los animales y el alimento que consumen, mejor es la calidad de lo que se obtienen de ellas. De hecho, sostienen que «cuando los animales tiene la oportunidad de salir al pasto, que les dé el aire fresco y el sol, jugar y moverse, además de no estar pensadas solo para el ordeño, no solo enriquece la leche, sino que reduce su mortalidad y en vez de vivir hasta los 3 o 5 años, llegan incluso a los 20».

Animales adaptados

Originalmente, la cabaña con la que contaban era de raza Frisona pura, una familia apta para grandes industrias pero que, al marcar lo ecológico y el autoabastecimiento como ética empresarial, y sacar a las vacas a pacer al campo, se vio bastante afectada. «Redujimos de manera considerable algunos alimentos por imposibilidad o dificultad de obtenerlos en ecológico, entonces los animales flaquearon y eso se les notaba en las preñeces y en que no podían sostenerse a ellos mismos». Así pues, cruzaron a las Frisonas con Parda alpina, dando lugar a una raza que se adaptaba a la idea que ellos tenían y a las condiciones climatológicas «tan especiales» de la zona.

De hecho, su afán por crecer les ha hecho incorporar también cruces con Jersey, Montbéliarde y Normando, aunque según admite «aún es pronto para saber los beneficios de estos cruces, pero sí que se están acondicionando bien al entorno». Criado apunta que su idea «no es tanto tener vacas enfocadas a la producción láctea, sino que se adecúen y que la calidad de la leche sea mejor».

«Cuanto mejor es el suelo, mayor es la calidad de vida de los animales y su producción»

En total, la cooperativa tiene en este momento 38 cabezas de ganado, contando con los terneros, de las cuales 25 son únicamente para ordeño. «Todas ellas viven de la forma más parecida a como lo harían en libertad, es decir, pasan la mayor parte del tiempo en el pasto y sólo entran al establo en las horas del ordeño o cuando las condiciones climatológicas lo exigen».

La alimentación y el campo

En cuanto al pastoreo, «aunque sería bucólico estar con ellas, no podemos pararnos a ver como comen porque hay muchas otras cosas que hacer, así que recurrimos a un sistema dirigido, y cuando el tiempo no permite ir al campo las reses se quedan en el establo y consumen las cosechas de primavera».

Para ello, las vacas de Crica cuentan con una superficie de doce hectáreas para pacer junto a la granja. Divididas en 70 parcelas 1.500 metros cuadrados, los animales pastan durante un tiempo determinado en cada una de ellas hasta que adquieren el alimento que necesitan –principalmente heno de veza, avena, alfalfa y hierba- o este se termina, y entonces pasan a la siguiente. «De esta manera ganamos muchos días de reposo en los campos –entre 40 y 50, dependiendo de la estación-, dejando que la hierba se regenere y acumule nutrientes en las raíces, y que los ciclos de los parásitos que se encuentran en las heces del ganado no tengan un huésped cuando lo necesiten y mueran por el clima, evitando también el tener que desparasitar a las vacas», aclara Alfonso.

Por eso, la cooperativa cuida mucho que el suelo esté en su momento óptimo cuando la vacada sale a pastar. «El enfoque es que la calidad del terreno sea más alta, ya que así da más producción, y a mayor producción mejor es lo que los animales tienen de él. Con lo cual, lo primero es cuidar el suelo y lo segundo los animales, aunque está todo relacionado».

«Trabajar sólo por un salario no funciona con los animales y el campo»

En este sentido y siguiendo su filosofía ecológica, aprovechan el estiércol de la ganadería, previamente compostado, para aumentar los nutrientes de la tierra, siendo este su abono principal, y a la hora de labrar la tierra optan por la siembra directa de parte del espacio. «No somos partidarios de labrar con arado, ya que así ahorramos combustible y mejoramos la calidad del suelo». Alfonso revela que para llevar a cabo todas estas tareas son sólo cuatro personas en plantilla. «Hemos llegado a ser ocho, pero la subida de las materias primas y la energía nos han hecho reducir el número de trabajadores. Eso y que parece que el campo está maldito». Criado expone que es muy poca la gente que quiere trabajar a día de hoy en el campo y no consiguen tener continuidad con los empleados. «Me gustaría encontrar a alguien que venga con ganas y que sea responsable y consciente de que trabaja con seres vivos. Tiene que sentir amor por lo que hace como yo, y que no sea un puesto de trabajo por un salario, porque eso con los animales y la tierra no funciona».

Palpar la ecología

De manera anual, Crica tiene un rendimiento de 90.000 litros de leche, de los cuales alrededor del 30% se destina a la elaboración de queso, y el resto al yogurt y a la leche; esta última con la particularidad de que se comercializa cruda. «Vimos que había mucha demanda de esta variedad, puesto que tiene unas cualidades que no tiene la pasteurizada o la uht (ultrapasteurización), ya que hay que conseguir que las bacterias propias de la leche sean beneficiosas para el organismo, y eso se hace con una limpieza e higiene minuciosa de todos el trayecto por el que circula, así como del establo en el que se ordeña».

Los quesos, el yogurt y la leche se distribuyen en la granja y en tiendas especializadas de Valladolid y Madrid y, desde 2021, también a través de la web. Pero los alimentos no son solo lo que los consumidores quieren de Crica, ya que las características de su trabajo, realizando de manera artesanal aquellas tareas que apenas se conciben ya sin una máquina, han hecho que desde hace siete años también ofrezcan visitas guiadas a sus instalaciones para que los curiosos puedan conocer y palpar la ecología de esta cooperativa.

Así, con cita previa y en grupos de hasta 20 personas, Julio, el hermano mayor, se encarga de contar su historia y de mostrar el manejo y cuidado de animales y campo hasta que se consigue el producto terminado. Los visitantes pueden recorrer las parcelas de pasto y, si es época, ver la relación entre madres y terneros, ya que otra particularidad de la finca de los Criado es que no separan a los hijos de sus madres a las horas de nacer, sino que comparten con ellos la leche.

«Compartimos la leche obtenida con los terneros»

Además, la cita también comprende la visita a la planta de depuración de aguas residuales de la quesería y la sala de ordeño, así como a la charca donde albergan el agua de lluvia para, por ejemplo, que se forme un humedal en el que avistar diferentes especies de aves. Y, como colofón, todos pueden disfrutar de una cata.

De cara al futuro y, en especial, a este nuevo año, Alfonso Criado revela que proyectan la instalación de paneles fotovoltaicos que reporte la energía indispensable para la quesería y la granja, además de la potencia necesaria para extraer agua de un pozo y poner en regadío algunas de las parcelas que antes se cultivaban con este sistema, y también volver a regar las praderas para que las vacas tengan un mayor espacio en el que pastar.

Asimismo, como propósito «aventurero», el menor de los hermanos sostiene que les gustaría empezar a compostar también restos vegetales y hacer un compost que sirviera como complemento e incluso poder comercializarlo, ya que lo que realizan ahora es únicamente para consumo propio.

Pastando en los campos que ellas mismas abonan, autónomas y con una relación cercana con sus crías, en Crica han conseguido que sus vacas vivan en una especie de resort en el que tan sólo han de trabajar dos veces al día y que les ha otorgado una calidad productiva que sólo una vida en contacto con la naturaleza puede dar, cumpliendo el objetivo en el que los hermanos Criado Catalina siempre han creído.