Pasado y presente de una de las bibliotecas más antiguas de la comarca
Con más de 20.000 ejemplares que pasan por todos los géneros y temáticas, la biblioteca de Alaejos cumple cuatro décadas al servicio de los lectores
«Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y, ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran» (André Gide). Cubiertas singulares, páginas bañadas en tinta y estantes llenos de viajes y aventuras son algunas de las características de la biblioteca de Alaejos, un municipio que, a pesar de su pequeño tamaño, cuenta con uno de los centros de préstamo de libros más antiguo de la comarca, que lleva uniendo libros y lectores desde 1981.
De la mano del alcalde Adelio Castaño, la biblioteca de Alaejos vio la luz por primera vez entre los muros de lo que posteriormente sería el salón de plenos de la Casa Consistorial, y se trasladó en 1997 al antiguo instituto del municipio, lugar en el que se encuentra actualmente. Isabel Martín, la actual bibliotecaria del centro, explica que fue una de las primeras que se hicieron en la provincia, «incluso antes que la de localidades más grandes». Con el paso de los años, este centro ha ido experimentando distintos cambios, no sólo arquitectónicos, -el edificio en el que hoy se encuentra la biblioteca lo remodeló el actual alcalde, Carlos Mangas, en 2007, ampliando el espacio y dotando a la biblioteca de sistemas informáticos que facilitaran las consultas en internet de los vecinos-, sino también en relación a sus ejemplares que, como afirma su primer bibliotecario, Santos Buitron, «se han multiplicado por diez».
Jorge Luis Borges decía aquello de «siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca», y es que, para los vecinos de Alaejos, este centro es una válvula de escape a través del cual evadirse del mundanal ruido del exterior y sumergirse en la tranquilidad de sus estanterías y el mar de tinta de sus libros. Según cuenta Isabel Martín, cuentan con más de mil usuarios, «no sólo vecinos del municipio, sino también de las localidades vecinas, y veraneantes que vienen de vacaciones desde otras comunidades autónomas». Isabel revela que «la mayoría» son adultos, aunque puntualiza que, tras la pandemia, «los niños se han aficionado más a la lectura».
Templo de lectura
La escritora argentina Herminia Brumara decía que «el leer no es quemar el tiempo, es fecundarlo». Cuando entran por sus puertas, la mezcla de olores a libros nuevos y viejos golpea al visitante, hechizando sus sentidos y animándolo a hojear sus estanterías en busca de la lectura perfecta. Una tarea harto difícil, ya que según asegura su bibliotecaria, cuentan con 20.000 ejemplares físicos y alrededor de 2.000 en audiovisual. Así que los vecinos, ávidos de lectura, se encomiendan a las recomendaciones de la responsable del centro, quien se basa en los gustos de los usuarios a la hora de sugerirles algún libro. «Les suelo preguntar qué es lo que les gusta o qué género les apetece leer, pero hay veces que me baso en las novedades editoriales que nos llegan cada trimestre y que creo que podría interesarles».
Isabel apunta que entre sus estantes cuentan, no solo con libros en español, sino también en inglés, francés e incluso en rumano. «Los libros en rumano los trajimos porque, durante una época, había muchos temporeros de esta nacionalidad, y les dimos la posibilidad de hacer consultas o leer algún libro en su propio idioma».
Abracadabra
Además del préstamo de ejemplares, desde la biblioteca también se organizan diferentes actividades para fomentar la lectura. Con el colegio llevan a cabo distintas iniciativas en cada uno de los trimestres: «enseñamos a los niños cómo funciona la biblioteca, jugamos con cuentos y hacemos actividades relacionadas con lo que hemos leído» y, de cara al público adulto, poseen el club de lectura.
Isabel afirma que la organización de actividades, así como el trato directo con la gente es lo que más le gusta de su trabajo. «Ese trato tan directo y personal no se puede tener en todos los trabajos y creo que es lo más bonito de mi profesión; cuando vienen a contarte lo que han leído o los talleres con los niños».
De hecho, cuenta risueña como en una ocasión, durante un taller con escolares, estaba repartiendo el material, y uno de los pequeños le estaba tirando del brazo para que se lo diese a él primero, así que le dijo que cuál era la palabra mágica, a lo que el niño, después de dudar un instante, le respondió “abracadabra”. «Me estuve riendo varios días con eso, porque tenía razón. Si estamos en una biblioteca y hablando de libros, la palabra mágica no puede ser otra que abracadabra y no ‘por favor’, que era lo que yo buscaba».
Mirada al futuro
Cuando ganó el premio Nobel, Vargas Llosa dijo «aprender a leer es lo más importante que me ha pasado», afirmación con la que Isabel Martín está de acuerdo, puesto que, a su modo de ver «los lectores se hacen», y es que la bibliotecaria interpreta que «los niños son un panel en blanco y para iniciarlos en el mundo de la lectura hay que dejarlos que miren, que toquen los libros y, sobre todo, no presionarlos, ya que si quieren leer tienen que sentirse a gusto y libres para hacerlo». Asimismo, la responsable de la biblioteca augura un futuro en el que los libros en papel y en digital puedan convivir para que cada persona escoja el formato que más le guste, y explica que, a través de la plataforma de la Junta de Castilla y León, sus usuarios pueden descargarse algunos de los ejemplares de la biblioteca directamente a sus teléfonos o tabletas. «El libro en papel no debería desaparecer, así que el futuro está en la convivencia».