Especial Semana Santa: Miércoles Santo en Alaejos

El vino milagroso de Alaejos

Cada Miércoles Santo la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud reparte alrededor de 50 litros de vino con poderes curativos

Los romanos lo utilizaban para dar fuerza a sus tropas antes de las batallas, y la Biblia dice que Jesucristo hizo llenar unas tinajas con agua para después convertirlo en vino. Desde su descubrimiento, el elixir de los dioses ha formado parte en los ritos de las diferentes culturas de la historia, pero sobre todo en los rituales cristianos. Prueba de ello es la tradición que desde hace casi 150 años está arraigada en Alaejos, que cada Miércoles Santo elabora un vino milagroso que cuenta con poderes curativos.

Esta costumbre se remonta a 1882, época en la que se fundó la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud, una cofradía que nació con el objetivo de atender a los más necesitados, y que estaba formada por 24 hombres, cifra que hoy se mantiene y que, de hecho, no varía nunca ya que solo se puede formar parte con el relevo generacional entre los descendientes varones que a ella pertenecen.

Además de las obras de caridad, la cofradía también llevaba a cabo una tarea muy especial durante la Semana Santa; la elaboración de un vino al cual los fieles encomendaban sus dolencias bajo la creencia de que poseía poderes curativos. Aunque las tareas de la cofradía ya no son las que eran, esta costumbre ha perdurado en el tiempo, y tiene lugar cada Miércoles Santo en una ceremonia a la que acuden no sólo los vecinos de la localidad, sino también fieles llegados de otros pueblos y ciudades que quieren conocer las cualidades de esta bebida.

Con la talla del siglo XVI del Cristo de la Salud como base, los cofrades designan cada año a un mayordomo que, con ayuda de sus hermanos, baja del altar mayor la talla para que su familia la limpie con paños y delicadeza. A continuación, bajo las yagas de la imagen se coloca una fuente, y el mayordomo procede a derramar vino rancio por encima de ellas, resbalando este líquido hasta caer en dichas jarras.

Una vez finalizado el ritual, el vino que ha caído en los recipientes se mezcla con otro previamente bendecido por el párroco del municipio, y se reparte entre los fieles que lo deseen. Cada año la Hermandad reparte tres cántaros –alrededor de 50 litros- de esta mezcla divina entre los feligreses que acuden a presenciar el acto, que buscan en este vino milagroso el consuelo que en la ciencia no encuentran.

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