El sendero de ‘Pino Pinilla’, un viaje a los orígenes de la Mesta

El sendero de ‘Pino Pinilla’, un viaje a los orígenes de la Mesta

Portillo ofrece la vista de un mar de pinares desde lo alto del cerro, todos ellos vigilados por la mirada imperturbable de su castillo medieval

Caminando, cabalgando o a pedales. Solo, con amigos o con tu mascota. En plena Tierra de Pinares, el sendero del ‘Pino Pinilla’ de Portillo ofrece un amplio abanico de posibilidades para todo aquel que se quiera acercar hasta sus parajes a disfrutar de la fauna y la flora del entorno.

A tan solo un kilómetro de la plaza Pimentel, en la Avenida de la Parrilla, arranca la aventura hacia lo desconocido. Un recorrido con dos tramos diferenciados en el que el primero hace adentrarse al visitante en un mar de pinares en el que el rey de los océanos forestales es el pino piñonero. El avistamiento de corzos y una gran variedad de aves hace que el visitante quede prendado de este paraje al instante, donde la fauna no compite con la flora, sino que la complementa.

El segundo de estos tramos se abre camino por la colada del valle Sardón, enclave reconocido por el Concejo de la Mesta que creó Alfonso X en 1273, y por el que aún se puede revivir el trasiego del ganado durante los siglos pasados gracias a los restos que recuerdan la labor trashumante. Cuenta de ello dan los chozos que el aventurero puede encontrar a su paso, unas pequeñas edificaciones de rama y piedra que daban cobijo a pastores y agricultores, y que hoy son la prueba tangible de la historia del medio rural. Todo ello a través de un recorrido de 12,4 kilómetros y con una duración aproximada de tres 3 horas y media.

Asimismo, la localidad vallisoletana ofrece a los amantes de la naturaleza la posibilidad de admirarla en todo su esplendor desde el mirador ‘Pico del Calvario’, en el que la panorámica forestal solo es un atisbo de la belleza que rodea la villa. Y para quienes prefieran pasar un día tranquilo rodeados de naturaleza, las áreas recreativas de San Marugán y Fuente Mínguez son dos alternativas idóneas para sacar fotos, pasar el día o relajarse escuchando los sonidos del viento meciendo las ramas o de las aves hablando en su idioma piado.

Vigilante de piedra

Desde el cerro más alto del municipio, imperturbable al paso del tiempo, se alza el Castillo de Portillo, fiel vigía de los habitantes de la localidad y de la marea verde que los rodea. Esta fortaleza, de la cual se desconoce el origen, fue construida en tres etapas –durante el siglo XVI, entre 1454 y 1464 y una última construcción realizada a partir de 1470-, y fue la residencia palaciega de diversas familias nobles, pero sobre todo tuvo especial vinculación con la Corona de Castilla como lugar estratégico para el dominio territorial.

Este monumento histórico, que en 1931 fue declarado Bien de Interés Cultural, recibe al año a visitantes de diversos lugares que recorren las murallas como los centinelas que años ha guardaron la fortaleza. El Patio de Armas tiene una gran singularidad, y es que el centro de esta plaza está presidido por un pozo de 32 metros de profundidad al que los turistas pueden descender a través de las escaleras subterráneas que lo rodean. Un descenso peldaño a peldaño que desemboca en la poza de agua cristalina. De vuelta a la superficie, la siguiente parada es la Torre del Homenaje, desde donde las vistas no dejan indiferente al visitante.

El Castillo también puede ser el punto de partida hacia el sendero del ‘Pino Pinilla’, complementando en la excursión naturaleza y patrimonio.