El coupage entre las joyas y el vino reside en Tordesillas
Reyes y Helena Muelas han unido en la bodega familiar sus dos pasiones; la elaboración de vinos en su cava subterránea y el arte escultórico, un binomio de elementos que marida a la perfección con la cercanía del trato de las hermanas
Lazos de sangre, predilección por el vino y una vena artística generacional constituyen los componentes principales del ensamblaje en el que se cimienta la bodega Muelas en Tordesillas. En el centro de la localidad y bajo los techos abovedados de su cava subterránea, las hermanas Reyes y Helena Muelas elaboran los tesoros derivados de la viticultura tordesillana mientras los metales preciosos se funden dando forma a joyas inspiradas en el vino; un coupage único que plasma la pasión de una tradición familiar.
Para buscar el origen del estilo de vida de esta familia hay que remontarse a 1886, cuando el tatarabuelo de las jóvenes se instaló en el número 3 de la calle Santa María, en una casa con bodega en la que comenzó a confeccionar el primer tesoro de la familia; Osluga, un vino precioso cuya crianza supone entre quince y veinte años y una joya vitivinícola y gastronómica. Esta elaboración se ha mantenido en el núcleo familiar incluso cuando las vides se arrancaban para sustituirlas por cereal, preservando la afición por el vino y transmitiéndola de generación en generación.
El siguiente bodeguero fue el abuelo de Reyes y Helena, Quintín Muelas, quien además de crear vinos diferentes y singulares era un reconocido pintor, incluyendo el arte en la herencia genética de sus sucesores, de tal forma que su hijo también adquirió la sensibilidad por ambas materias, aunque en su caso la especialidad era la escultura. Vino y arte se fundieron hasta convertirse en una sola pasión, pues en la familia no se concebía una sin la otra, y ese amor común se impregnó en la personalidad de las nietas de Quintín, quienes eligieron plasmar su vena artística cada una en uno de esos elementos, pero sin sacarlos de la cuna de su inspiración.
Así, Helena se especializó en el mundo del vino y Reyes en la escultura de joyas, dos ocupaciones diferentes pero unidas por ese hilo invisible que une a las almas gemelas para que se quieran eternamente.
Quinta generación vinícola
Uniendo tradición e innovación, la quinta generación de los Muelas trabaja sin descanso durante todo el año para continuar embotellando recuerdos y momentos únicos de los que otros disfrutarán en las ocasiones más especiales.
Helena explica que los viñedos siguen estando ubicados en el ‘Barco de la Peña’, a 2,5 kilómetros del centro de Tordesillas, donde en diferentes parcelas crecen las variedades autóctonas de la zona –verdejo y tempranillo-, frutos indispensables para la elaboración de sus vinos. «La verdejo es de nueva plantación y está dispuesta en espaldera, pero la tempranillo –que a diferencia de lo que muchos piensen, estaba muy presente en esta parte de la provincia- pertenece a las cepas viejas en vaso, al igual que la pequeña superficie de verdejo destinada al vino precioso», aclara.
Mediante lo nuevo y lo viejo, lo aprendido y lo heredado, Helena produce las distintas marcas de la casa, donde Muedra es la más distintiva. Junto a ella, Oluga y Alidova completan la oferta, y todas ellas reciben su nombre de topónimos de la localidad. «Siempre hemos buscado hacer referencia a Tordesillas, ya que somos la única bodega del pueblo y nos gusta hacer gala del lugar al que pertenecemos», apunta, y añade que recientemente han incorporado un semidulce a la línea llamado Lagartolapeña, haciendo referencia a una leyenda local que su padre Quintín le contaba a ella y a su hermana de pequeñas. Asimismo, la etiqueta de la que más orgullosas están es de Velay, su vermut elaborado a partir de uvas tintas –«un procedimiento que lo caracteriza porque lo normal es hacerlo con blancas»- y cuyo nombre le viene dado por la antigua expresión ‘velo ahí’.
Fusión artística
Estas joyas del vino y de la gastronomía, pues según admiten las hermanas «todos sus vinos son muy gastronómicos», comparten desde hace tiempo protagonismo con joyas reales, pues Reyes decidió plasmar su pasión por la vinicultura a través de otro tipo de arte, cambiando los lienzos de botellas y barricas por la plata, el chapado en oro y las piedras preciosas.
Con las musas flotando en los efluvios del vino, sarmientos, envero e incluso la propia vendimia, la infinidad de elementos que rodean al elixir de los dioses inspiran a la artesana, quien conjuga –siempre en la gama cromática del vino- las ideas con jades, cuarzos verdes, rubíes y amatistas, entre otras, para dar lugar a originales colecciones.
Pero la tradición familiar no es el único numen de su imaginación, pues el acervo de Tordesillas y el cariño por su propia hermana también forman parte del mismo, así como «mucho verso libre», como ella lo describe, de los que forman parte las piezas creadas para desfiles de moda, incluido el último de su vecino el diseñador Baro Lucas.
De este modo y con el trabajo en la bodega unido a sus quehaceres creativos, Reyes ha alumbrado ya seis colecciones y se encuentra inmersa en la siguiente que tendrá los zarcillos como hilo conductor.
Enoturismo con alma
La ternura y el apego que cada una de ellas pone en la confección de vinos y joyas se refleja también en las visitas enoturísticas, donde ambas cuentan desde el corazón la historia de sus ancestros y cómo la cercanía al Duero y el terruño de la localidad que las ha visto crecer se refleja en su trabajo.
Reyes comenta que en cada visita hacen partícipe al turista, implicándolo en el juego de olores y sabores que despiertan las catas, y mostrándoles cómo desde hace más de cien años los vinos fermentan en barricas y botellas a través de las bóvedas y escaleras del subsuelo. Salas que los visitantes recorren una a una y en las que incluso, de vez en cuando, pueden observar las obras artísticas de la familia.
Tal es la implicación por este tipo de turismo que su lema es «’Enoturismo todo el año’», y como propósito de año nuevo quieren realizar conciertos a pequeña escala en las galerías bajo tierra, una idea que por el momento está en estudio y que se unirá al primer vino con crianza de la Denominación de Origen Rueda, que a falta de unas pinceladas está a punto de salir al mercado para cautivar a todos los paladares, pues si algo tienen claro Helena y Reyes es que el vino es para entendidos y neófitos, ya que cualquiera de ellos lo va a disfrutar.
El amor filial y la pasión compartida a través de generaciones hace de Muelas un lugar en el que deleitar cada uno de los sentidos a través de sus vinos, sus joyas y el compromiso con el que las hermanas trabajan día a día por continuar con su legado.