El arquitecto de los belenes

El arquitecto de los belenes

Jesús Recio confecciona originales y elaboradas construcciones para el belén, una afición que comenzó por casualidad y que ahora ocupa su tiempo libre, contando en su colección con tantas piezas que podrían conformar hasta tres nacimientos

Ni arquitecto ni belenista de carrera. Soldador de profesión, Jesús Ángel Recio fabrica casas, fuentes, puentes y todo tipo de detalles para su nacimiento, una ocupación que este valdestillano comenzó a desarrollar hace veinte años y que, desde entonces, se ha convertido en uno de sus pasatiempos favoritos, realizando piezas singulares y únicas que cada Navidad ocupan toda una habitación en su casa.

Sin buscar reconocimiento ni lucro por ello, este artesano se encontraba trabajando en la  construcción de uno de los bares del ya casi olvidado Centro Comercial Equinoccio cuando la piedra utilizada en el revestimiento de las paredes le dio la idea para comenzar con este hobby. Desde hacía tiempo su creativa mente estaba buscando la manera idónea de elaborar un misterio diferente y original, ya que los altos precios del mercado y la baja calidad de los mismos no le «motivaban» para comprarlo en las tiendas. Buscando, consiguió esas mismas piedras de pizarra y dio lugar a la primera obra de su colección.

Lápiz y goma comenzaron siendo las herramientas principales del proyecto, pues un sinfín de bocetos precedieron al diseño definitivo, pero con la idea clara, tan sólo un par de semanas fueron necesarias para conseguir un resultado tan espectacular que ante el ojo inexperto pasa por una pieza profesional de fábrica.

Con esta primera construcción, las casas que completaban el belén de entonces «se quedaban pequeñas y desvestían al misterio, que llamaba la atención sobre todas». Así pues, Jesús decidió seguir componiendo estructuras, y el siguiente reto que se propuso fue el río. «Inicialmente hice uno con madera, piedrecitas y barniz, que le daba el toque brillante del agua», sin embargo, visitas a los centros religiosos que en Valladolid exponían los belenes de diferentes artistas, picaron su lado creativo, y tras ver un río en movimiento determinó recrearlo pero con su toque personal. Nuevamente con la pizarra como elemento de creación, las piedras del camino y un motor, construyó una cascada y el río que presidirían el centro del tablero.

El puente, la posada, una gran vivienda con distintos alojamientos y el castillo fueron los siguientes componentes que sustituyeron a las pequeñas casas iniciales, y, a su vez, estas han sido reemplazadas con el tiempo por otras construcciones en las que Jesús ha perfeccionado su técnica, cuidando cada detalle, cada ladrillo, cúpula, balcón y hasta el color de las mismas, que más parece un viaje a las regiones de la antigua Judea que una simple representación. Una labor arquitectónica en la que la madera, la pasta relieve, la cola mezclada con arena y los ladrillos de arcilla, entre otros, son los principales materiales de construcción.

En consonancia con las nuevas incorporaciones, el valdestillano inició la inversión más importante; las figuras, y poco a poco, lo que cabía en un reducido tablero fue creciendo en cuestiones constructivas y, por decirlo de alguna manera, poblacionales, y a día de hoy el nacimiento de Jesús ocupa toda una habitación en la que tan sólo quedan libres cuatro baldosas que permiten la entrada a la misma y la contemplación del trabajo de este artesano.

De este modo, durante el puente de diciembre toda la familia se embarca en el montaje, y las escaleras de su casa se convierten en lugar de tránsito de hierros, tablones, decorados y viviendas, una tarea que les lleva hasta 3 días.

El montaje

«Primero subimos la estructura», un conjunto de barras metálicas que él mismo ha soldado, a las que se unen los tableros –cortados a medida- que completan el escenario. Lo siguiente son los cielos, seguidos de las casas, todas ellas conectadas por un entramado de cables que las iluminan y que Jesús ha confeccionado, marcando el orden en el que ha de ubicarse cada una de las piezas.

Hechas las pruebas pertinentes por si el tiempo en las cajas ha estropeado alguna de las bombillas o motores, los caminos de serrín y las zonas verdes de musgo que constituyen los paseos por los que los habitantes de Belén van a discurrir, así como los muros empedrados que delimitan el fin del tablado son lo siguiente. Roñas y palmeras hechas a mano, además de montañas y cuevas de espuma de poliuretano van cerrando el ciclo, pues hasta estos pequeños detalles no se escapan a la creatividad del artista. «Comprar las palmeras era muy caro, y tampoco eran nada del otro mundo, así que hice varias con cable y otras con cinta carrocera para las hojas, caña y tela de saco para el tronco», explica.

Finalmente, de izquierda a derecha, una granja inaugura la muestra, junto a la que se alza el castillo de Herodes sobre un alto. A continuación, en un pequeño oasis, un molino hidráulico gira en un movimiento constante, y si seguimos mirando damos con un bazar en el que se ubican los negocios artesanales de herrería, panadería y alfarería, entre otros. Cruzando el puente y tras admirar la cascada, la posada y varias casas son las primeras visiones, pero los ojos se van directos al portal, que llama la atención sobre todos ellos, para después dar paso a la montaña en la que se ubicará la anunciación, que ya tiene la hoguera encendida; e intercalados en los caminos, pozos y fuentes ponen la guinda al belén con el fluir constante de sus aguas.

Con la base arquitectónica montada, lo siguiente es ubicar a la población, y figura a figura, animalito tras animalito y todo tipo de enseres en miniatura para los puestos ambulantes, los talleres, los pozos y las fuentes, Jesús y su familia terminan de articular su original belén, en el que sólo las imágenes no son fruto de las manos del soldador.

El artista admite que todos los años recibe en su casa a gente «conocida y desconocida» que va a ver esta peculiar representación, quienes se van maravillados por lo que sus ojos contemplan. Y es que cada Navidad intenta hacer alguna remodelación o nueva incorporación, aunque el espacio del que dispone ya apenas se lo permite.

«Mis hijos me dicen que si quiero seguir haciendo casas que las venda, porque ya no tenemos dónde colocarlas, pero no puedo, me enamoro de cada una de ellas y soy incapaz de ponerles un precio porque todo me parecería poco», apunta, y añade entre risas que soluciona estas sugerencias diciéndoles que les está haciendo un belén a cada uno para cuando tengan sus propias casas.

Así, en 1223, Giovanni Bernardone, más conocido como San Francisco de Asís, buscó la forma de escenificar el nacimiento de Cristo pasando a ser el autor del primer nacimiento de la historia, y el valdestillano Jesús Recio es, actualmente, con su trabajo e imaginación, el autor del nacimiento artesano más bonito de la zona.