De Pedrajas de San Esteban a Alcazarén, una ruta a través del Eresma
El sendero parte de un molino antiguo y desemboca en una presa moderna justo antes de llegar al municipio, un trayecto entre labranzas y vegetación que se puede hacer desde primavera hasta otoño
Cuando el asfalto no era el rey de la tierra, y los campos y las piedras de los caminos presidían las travesías para ir de un lugar a otro, Pedrajas de San Esteban estaba comunicado con Alcazarén a través de un sendero de no más de 8 kilómetros junto al río Eresma. Un trayecto por el que los campos de labranza y sus colores tostados iluminaban los días soleados en primavera y verano y los más grises en otoño, y que actualmente se ha convertido en una de las rutas más transitadas de esta zona.
Desde el Pisón, antiguo molino en el pinar de Pedrajas de San Esteban -cerca de la carretera que hoy se dirige hacia el municipio de Olmedo-, comienza la inmersión a través de sembrados y del verdear de los pinares y de la vegetación aneja al Eresma. Pero antes de llegar el viajero puede parar un momento para admirar el paisaje, y encontrar así una pequeña fuente manantial que da origen al corto arroyo Pisón, donde se localiza un lavadero al que acudían las lavanderas de Pedrajas, todo ello bajo la fresca y exuberante protección de árboles y arbustos. Y, a medida que avanza, siempre acompañado por el gorjeo de los pájaros, las ruinas de lo que un día fue un gran molino hidráulico –el Pisón- salen al encuentro del caminante, y aquí puede respirar la historia de sus piedras, que se mezcla con los olores de la naturaleza al tiempo que la dulce melodía del borboteo del agua inunda su mente y le acerca hasta los puentes de Vadalba, que datan de 1895.
En este punto llegará al vado de Valviadero, por el que esta localidad –casi abandonada- se comunicaba con la orilla derecha del Eresma. El río, que cuenta con riberas estrechas, está rodeado por un lecho de arena limpia y sus orillas las guardan sauces, zarzas y arbustos, donde se protegen los pájaros silvestres de la zona, tales como mosquiteros, carrucas, zarceros y algún que otro ruiseñor.
De nuevo en la ruta, el turista se dirige por el pinar hacia su destino, pero antes de llegar al municipio hay que bajar hasta el molino nuevo, en el que una presa preside la escena, amparada por una central eléctrica –razón por la que los vecinos lo conocen como ‘la central’- y por los restos de un puente medieval por el que, antiguamente, se cruzaba hacia el molino desde Alcazarén. Un enclave ideal para la pesca de la trucha o para hacer un alto en el camino, cerrar los ojos y dejar que la corriente de la presa se lleve el peso de los hombros y las preocupaciones de la cabeza.
Una vez purificado, el turista puede continuar y encaminarse al final de la senda por el camino junto al molino, poniendo rumbo a Alcazarén a través del amarillo y el verde de los campos. A la izquierda dejará un viejo humilladero que se ha transformado en albergue para peregrinos, y deberá proseguir hasta que las iglesias mudéjares del municipio lo deslumbren.
Una ruta ideal para hacer a pie o en bici, y por la que disfrutar del paisaje y de la tranquilidad de la naturaleza por un periodo de casi tres horas, durante las cuales el entorno envolverá al viajero y se quedará grabado en su mente como un paraje de ensueño.