Tonadas por la fuente más preciada
Inaugurada en el año 1957, la fontana de Valdestillas fue el proveedor de agua de manantial principal de la localidad durante mucho tiempo, pero también de un gran número de vallisoletanos que viajaban desde la capital para llevarse cántaros a rebosar
Por todos es sabido que en cada pueblo existe un espacio de reunión común para todas las generaciones. En unos lugares suele ser la Casa Consistorial, en otros la iglesia o la plaza y, en algunos un parque. Pero en Valdestillas, cuando preguntas «¿dónde nos vemos?», la respuesta, independientemente de la edad, siempre suele coincidir: «en la fuente». Y es que esta obra arquitectónica es tan importante que además de ser el espacio de congregación por excelencia, originó que, cuando la inauguraron, los vecinos del pueblo compusieron tonadas en su honor que aún perduran en la memoria de algunos de sus mayores.
Ubicada en el centro del municipio, esta construcción tan preciada por todos los valdestillanos no siempre estuvo ahí. Gregoria García, de 84 años, vivía justo al lado de donde se cimentó, y recuerda que en ese terreno, rodeado por la carretera, había una extensión de hierba en la que las mujeres extendían la ropa para que se secase al sol. «Como no era una zona muy grande, la que llegaba primero se quedaba con todo el sitio, sobre todo cuando eran sábanas lo que se tendía», explica, y apunta como un hecho de otra época que, en ese último caso, las amas de casa regaban las grandes ropas de cama para que blanquearan y no se pusieran amarillas.
Pero las tareas no era lo único para lo que servía esta verde superficie, sino que ya entonces podía considerarse como un punto de reunión en el que, mientras se realizaban los quehaceres cotidianos, las vecinas se ponían al día. Un hecho que no cambió cuando la fuente se estableció allí, pues aunque las prendas recién lavadas no podían tenderse al sol, la reciente construcción que proveía de agua a todos los vecinos del pueblo seguía siendo el lugar en el que encontrarse cuando, cargados de cántaros y cubos, se acercaban para recoger lo que de ella brotaba.
Así, con una singular forma que recuerda a la de una gota de agua, en el año 1957 se inauguró, presidiendo la plaza Calvo Sotelo, la fuente de Valdestillas. Y como en un ciclo de vida, el lugar en el que antes se extendía la ropa limpia, ahora también nutría con sus aguas la balsa en la que se llevaba a cabo su lavado.
Igual que los puntos cardinales, cuatro eran las puertas y caminos que llevaban hacia ella, uno por cada caño que la rodeaba y de los que surgía el agua de un manantial subterráneo, algo que la hacía aún más atractiva, especialmente para los habitantes de los pueblos de alrededor y de la propia capital vallisoletana, que viajaban hasta la pequeña localidad para llevarse este valioso líquido. De esta manera, no sólo congregaba a los propios valdestillanos, sino que esta agua se convirtió en un nexo de unión entre pueblos.
Su apariencia y el cuarteto de grifos no eran lo único que caracterizaba dicha construcción, ya que en el frente de la misma un singular escudo la adornaba con tres de los elementos que distinguen al pueblo: la Virgen del Milagro, patrona y protectora de la villa, el puente romano que los une con otros municipios, y un pino como símbolo del principal motor de la economía local y, coronando al mismo, el año en el que principió su actividad. Además, sobre ella se colocó una farola de tres brazos que iluminaba los encuentros nocturnos de quienes se citaban ante sus aguas cuando ya la noche había caído.
Alrededor del recinto, para embellecer la imagen, se colocó una verja metálica reforzada por una hilera de seto, y en el suelo, diferentes flores y plantas eran cuidadas por el señor Candil, encargado de la atención de los jardines de la fuente así como de su vigilancia, ya que según comenta Goya, «a los chicos nos les dejaba entrar para que no le estropeasen las flores, y como vivía cerca, solía estar atento para que no se colasen».
Testigo de charlas, juegos y primeros amores, esta fontana ha cambiado mucho con los años, pues el manantial que la nutría se secó y el agua que comenzó a brotar fue la del pueblo, y, en el caso de su ornamento silvestre, también transformó sus jardines en aceras de piedra. Pero al igual que en los primeros años de su construcción, casi todos los habitantes del municipio pueden contar que alguna vez han trepado por los caños hasta alcanzar la alta farola, que se han sentado a comer pipas a la sombra de su arbolada o que han hecho una guerra de agua a su alrededor en las tardes de verano y, sin ninguna duda, pueden decir que se han tomado una foto ante ella.
Y es que la fuente fue, y es a día de hoy, un lugar muy importante para el pueblo, tanto que canciones y poemas se crearon para ensalzar esta instalación; composiciones que aún resuenan en los ecos de las voces de los más longevos, quienes como Gregoria rememoran parcialmente las estrofas que estructuraban dichas tonadas. Sin embargo, el resto de versos se han perdido en el tiempo, dejando sólo una breve huella musical de lo que su aparición supuso para el pueblo.
Pero aunque las coplillas se acaben olvidando, la propia fuente sigue siendo una prueba material y un elemento patrimonial de los muchos que pertenecen a la localidad, y si el día de mañana no hay quien recuerde el manantial que brotaba, o las canciones que lo ensalzaban, siempre será un lugar de encuentro para valdestillanos y valdestillanas.
La fuente
Nos han puesto fuentes nuevas
Con jardines a los lados
El dieciocho de julio
Día que lo inauguramos
Día que lo inauguramos.
En la fuente nos han puesto
A la virgen del Milagro
Con el puente Valdestillas
Y un arbolito al lado
Y un arbolito al lado.
Nos han puesto un jardinero
Para regar el jardín
El hombre más preferido
Ha sido el señor Candil
Ha sido el señor Candil.
Vaya un alcalde tan bueno
Cómo ha puesta a Valdestillas
Dentro de muy pocos años
Valdestillas una villa Valdestillas una villa