La primavera es rosa en la Senda de los Almendros de Castronuño

La primavera es rosa en la Senda de los Almendros de Castronuño

El itinerario ofrece al visitante unas vistas imponentes de uno de los meandros más grandes de Europa, ubicado en la única reserva natural de la provincia de Valladolid

De todos es sabido que algo que caracteriza a las estaciones son sus olores, siendo anuncio de su llegada el particular aroma que las distingue. El invierno llega con su olor a frío, al humo de las chimeneas cuando sales a la calle y al calor del hogar al entrar en casa; por su parte, el otoño tiene toques de lluvia y humedad o, como los eruditos lo llaman, aroma a petricor; en cambio, el verano huele a campo seco, a calor y a césped recién cortado. Pero de todas, la fragancia más cautivadora es la de la primavera, cuando las amapolas, margaritas y violetas que florecen en los campos compiten por perfumar el entorno al tiempo que colorean las praderas. 

En Castronuño, la gama cromática primaveral la preside el rosa, y el ambiente huele a los pétalos que se desprenden de la Senda de los Almendros, un entorno natural a orillas del Duero en el que el color de los árboles y el azul del río rivalizan por hacerse con el control del paisaje, dando lugar a uno de los espacios más coloridos del municipio durante esta época del año.

Bosque rosado

Desde el mirador de la Muela, tras bajar por una hilera de escalones labrados en la tierra, el turista puede admirar esta fusión de colores que tiñen el entorno; ver en el reflejo del río las rosadas hojas que sobrevuelan el cielo y el contraste entre los almendros, los campos de cereal y el verdor de los bosques y pinares. En este punto también es testigo de las dimensiones que conforman uno de los meandros más grandes de Europa, ubicado en la única reserva natural de la provincia de Valladolid, y coronado por la presa de San José, que se mantiene inalterable al paso del tiempo mientras sus ojos observan el paisaje.

Bosque rosa en la senda de los almendros de Castronuño

A lo largo de un recorrido de casi cuatro kilómetros -con una dificultad baja- en el que a través de plataformas y escaleras el aventurero se sumerge en un bosque rosado de ensueño, se puede contemplar lo que la naturaleza es capaz de hacer cuando se la deja en libertad. Prueba de ello son las pequeñas lagunas que se han originado en el margen derecho del Duero, dando lugar a un humedal con un ecosistema muy variado en el que habitan aves como el azulón, el zampullín, el somormujo, la cigüeña o la garza real y, si el turista es paciente, podrá disfrutar de todas estas especies al llegar al mirador del Pinar, donde la vista panorámica es la favorita de todos los visitantes, pero sobre todo de los aficionados a la ornitología.

Este paraje cuenta además con una ribera de chopos y olmos que se mezclan con el bosque de almendros y que marcan el camino hacia un breve tramo junto a la carretera, que dirige al viajero al ya mencionado mirador del Pinar.

De vuelta a Castronuño, el nuevo sendero lleva hasta una finca de almendros centenarios, cuyas dimensiones atrapan las miradas y las mentes de quienes los observan como si de árboles mágicos se tratasen. Y tras salir del embrujo, los turistas deben atravesar una serie de campos de cultivo para regresar al pueblo. Cada año, la Senda de los Almendros recibe a más y más visitantes, que están impacientes por sumergirse entre el bosque rosado, los dorados cultivos y los verdes pinares que dan aroma y color a la primavera castronuñera.