La Nacional VI, una Ruta 66 a la española

La Nacional VI, una Ruta 66 a la española

El gallego Xosé Ramón Novoa ha puesto en valor la historia y los recursos de esta antigua vía convirtiéndola en atractivo turístico para los amantes de los viajes por carretera, iniciativa que este otoño contará con una guía de paradas clave

Tres comunidades, ocho provincias y más de setenta pueblos. Un recorrido de 600 kilómetros cruzando el noroeste del país y que ha convertido la histórica Nacional VI en la Ruta 66 a la española. A través de esta carretera, once millones de personas comparten un nexo de unión que los vincula en el intrincado mapa de líneas sibilantes que conectan los distintos puntos de nuestra geografía, y así, Madrid, Castilla y León y Galicia reafirman su relación y transforman los recursos y poblaciones que se encuentran en el camino entre ellas en un atractivo turístico con parada obligatoria.

Xosé Ramón Novoa, precursor de esta iniciativa, se dio cuenta tras un viaje por la ruta americana de cómo en este continente ponían en valor y daban una nueva vida a elementos que en España se veían como «feos e inútiles». De esta manera decidió extrapolar esa visión del nuevo mundo a una de las vías históricas de la península en la que dar un lavado de cara a todos esos bienes que, de manera romántica, se han convertido en el legado de esta carretera y de las historias que por ella han discurrido.

Gasolineras abandonadas, monumentos, pueblos escondidos y un paisaje heterogéneo convierten esta ruta en un impulso para un tipo de turismo ‘lento’ que no está tan arraigado en nuestro país como en las diferentes culturas europeas y americanas. Y es que un recorrido que se hace en seis horas se transforma en una travesía que puede llevarse a cabo en un mínimo de tres días y hasta prolongarse a toda una semana. «Es cierto que en España no tenemos la costumbre de hacer largos viajes por carretera con el objetivo de ir parando para descubrir nuevos lugares, y la idea es convertir esos trayectos en experiencias divertidas que busquen pasarlo bien durante el camino y no tanto el punto final», explica Novoa.

Así, el gallego y su equipo están trabajando sin descanso en la creación de una guía con la que poder confeccionar el periplo –por libre o a través de los paquetes que venden mediante su página web (rutanvi.com)- y que verá la luz este otoño. Con ella quieren conseguir que los propios ‘ruteros’ vean los puntos de interés en los que pueden parar, así como restaurantes y alojamientos en los que hacer un alto en el camino para descubrir y disfrutar. Además, a este manual se unirá, «esperamos que la próxima primavera», un sistema de seguimiento con el que chequear los lugares que se visitan para que, una vez en el punto final del trayecto, los viajeros puedan recibir un diploma. «Es algo así como una yincana de tu propio viaje y que te sirve para marcar otro itinerario si decides repetir la ruta en otro momento del año, ya que dependiendo de la época, las paradas pueden tener un atractivo diferente».

La Ruta N-VI

El viaje, que comienza en el punto desde donde salen la seis las carreteras radiales nacionales; el Kilómetro 0 de Madrid, a los pies de la Puerta del Sol, pone rumbo hacia Tordesillas, donde tomar la carretera hacia el Bierzo para después ir hasta Betanzos y, por último, llegar a la Torre de Hércules en A Coruña.

El recorrido, que no se puede comparar a la larga extensión del itinerario estadounidense, da la impresión al viajero de que está atravesando más kilómetros de los marcados, pues la variedad paisajística que ofrecen las tres comunidades, así como la singularidad de los diferentes entornos y la diversidad de recursos, gastronomía y cultura, le otorgan a la ruta española un encanto especial.

Y aunque estas sean las ciudades y pueblos marcados en el itinerario por los que el paso es obligatorio, en este viaje la última palabra la tiene el rutero, y olvidando las prisas que normalmente nos persiguen a todos y tomando todo el tiempo que sea preciso, las carreteras y caminos aledaños a la N-VI se convierten en alternativas hacia la aventura y el descubrimiento en las que museos, reservas de la biosfera, puertos de montaña, pueblos con encanto y monumentos históricos se transforman en lugares en los que disfrutar del entorno y lo que ante los ojos se presenta, grabando en la memoria las sensaciones que estos elementos hacen aflorar dentro de los viajeros, mientras sus móviles se encargan de grabar las imágenes para que, en el futuro, el recuerdo sea completo.

De los 600 kilómetros que componen el viaje, alrededor de 375 son los que discurren por nuestra Comunidad, y de ellos, una parte lo hace por nuestra Zona. De hecho, tras las primeras horas en carretera, cuando el asfalto se vuelve uno con el vehículo seleccionado y más de un enclave ha hecho a los conductores echar el freno de mano, el cartel de Arévalo se vuelve apetecible para una parada en la que recorrer sus adoquinadas calles, visitar su castillo convertido en museo del Cereal y degustar uno de sus populares cochinillos; y si aún es pronto para detenerse, la siguiente pausa puede hacerse en Medina del Campo, donde los turistas pueden ver el Castillo de la Mota o el Palacio Real Testamentario, así como tomar un respiro en la Plaza Mayor más grande de España. Y si esta ruta saca el lado más curioso de los trotamundos y de aquellos aficionados a lo sobrecogedor, de camino a Medina, el pueblo abandonado de Honquilana no puede pasar desapercibido.

«El objetivo es convertir los viajes en experiencias que busquen pasarlo bien durante el recorrido»

En este punto las alternativas son muy variadas, pues los caminos por los que desviarse antes de continuar con el itinerario marcado son muy diversos y el rutero es libre de elegir su próximo alto en función del tipo de viaje –cultural, centrado en la naturaleza, gastronómico, etc.- que haya elegido, ya que la zona proporciona un amplio abanico de posibilidades entre las que escoger.

Pero si hay algo que caracteriza nuestro entorno, además de los paisajes tintados de amarillo pajizo y verde anaranjado, son los vinos con los que se bañan los campos y las bodegas que los maceran; establecimientos que en Rueda se cuentan por docenas y que si la hoja de ruta lo permite, son un lugar de culto para los amantes del elixir de los dioses donde degustar, con productos de la tierra, los jugos extraídos de las uvas.

Desde aquí, son diez minutos los que separan al conductor de Tordesillas, una villa en la que la historia se respira y que ofrece una gran gama de alojamientos en los que descansar antes de proseguir rumbo hacia el Océano Atlántico.

Las nostálgicas estepas castellanas se van desdibujando una vez el viajero se acerca al Bierzo, donde la tierra roja se apodera de la superficie y el encanto de los singulares lugares que se encuentran a lo largo de la carretera hacen que los neófitos en estos parajes se queden maravillados. Pero la estampa vuelve a cambiar cuando el verde gallego conquista las montañas y la humedad se apodera del ambiente.

En total, tres comunidades y tres paisajes tan diferentes entre sí que dan un valor añadido a la Ruta 66 ibérica. Pero las vistas no son lo único que encandila a los turistas, sino que la diversidad de la gastronomía de este trío de autonomías los enamora por el estómago. Novoa destaca que esta puede ser también la ruta del cocido, ya que «se puede comenzar el viaje con un cocido madrileño, seguir con uno maragato y poner el broche final con el cocido gallego, aunque acabes saturado», puntualiza risueño.

Carretera versátil

Para todo tipo de público y bolsillo; en coche, autocaravana o moto; la ruta por la Nacional VI es una oportunidad para descubrir nuevos lugares e historias que se esconden tras los hoteles y restaurantes que se alzan a ambos lados del camino mientras el asfalto y los viajeros se vuelven íntimos amigos.

A pesar de que aún no está totalmente consolidada, ya son muchos los aventureros que se lanzan a la carretera en busca de nuevas experiencias a través de este recorrido. Por ello, desde los perfiles en redes sociales y la página web de la ruta, ya se pueden conseguir tazas, camisetas, sudaderas, imanes y llaveros entre otros elementos que sirven como suvenir de este viaje tan especial.

Un viaje en el que descubrir, degustar, maravillarse y enriquecerse de todos y cada uno de los elementos que una carretera con tanto bagaje alberga, pero sobre todo, con el que disfrutar en compañía o en solitario de las sensaciones y experiencias que ofrece.