Entrevista a Sofía García, entrenadora de deporte adaptado

«En el deporte adaptado lo esencial es conocer las capacidades de los atletas y trabajar con ellas»

Sofía García es entrenadora de personas con discapacidad, un trabajo que define como «gratificante», pero en el que considera que las actuaciones de ayuda todavía son escasas, siendo necesario un mayor apoyo económico y un plan de sensibilización

Amante del deporte, la medinense Sofía García siempre supo que su vida iba a estar ligada a este medio. Tras acabar sus estudios en TAFAD estuvo trabajando en un gimnasio, pero pronto se dio cuenta de que los centros de culto al cuerpo no eran lo suyo, y decidió realizar la carrera en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF), lo que le acercó a las personas con capacidades especiales durante sus prácticas. Fue entonces cuando comprendió que su trabajo debía de estar enfocado a mejorar la calidad de vida de este colectivo a través de lo que más le gustaba; el deporte.

Se especializó en deporte adaptado y comenzó su andadura en la Federación de Deporte Adaptado de Castilla y León, donde es técnico de Programas y Proyectos. Desde su puesto se encarga del entrenamiento personal del equipo de baloncesto en silla de ruedas de Valladolid, es la preparadora física de nadadores del Centro de Tecnificación de Alto Rendimiento Río Esgueva, además de dirigir la Escuela de Slalom y colaborar con distintas asociaciones como ASCEDIS (Asociación Comarcal Medinense en Defensa de los Disminuidos Psíquicos), con quienes lleva una actividad de multideporte con personas con discapacidad intelectual. Asimismo, recientemente ha entrado como preparadora física de la selección nacional de baloncesto femenino en silla de ruedas, un proyecto que ha comenzado con «ilusión y muchas ganas».

¿Cómo es el trabajo de un entrenador personal en un área tan específica?

Lo más importante es conocer a la plantilla y observar sus posibilidades y capacidades. Está claro que la discapacidad la tienen, pero no te sirve para nada, por lo que mi objetivo es analizar su capacidad y trabajar con ella.

Por ejemplo, dentro del baloncesto en silla de ruedas son todos personas con discapacidad física, cada uno tiene su limitación dependiendo del grado de lesión o dónde esté localizada, entonces hay que tener en cuenta esos factores y crear los grupos de trabajo para que sea algo más específico, y a partir de ahí la planificación es completamente normal. Nosotros jugamos a nivel nacional en División de Honor y con el calendario de competiciones puedes hacer diferentes ciclos, mesociclos y el resto es igual a cualquier otro tipo de población.

Con ellos solo trabajamos en cancha, pero con los de natación primero estoy con ellos en el gimnasio y después pasan al agua con el entrenador, y mi labor es hacer adaptaciones específicas para cada uno porque, aunque las máquinas del gimnasio las pueden usar todos, es necesario que se les adecúen tanto agarres como apoyos, movimientos que tiene que hacer para hacer el ejercicio, etc. Así que lo más importante para trabajar con este tipo de población es conocer su historial y ajustar el ejercicio a sus características.

¿Qué es lo más complicado de tu profesión?

Esa parte de adaptar cada trabajo de manera individual, porque no es lo mismo hacer una rutina en un gimnasio para población sin discapacidad, que al final una ganancia muscular va a ir con una serie de pasos y las maquinas van a ser iguales para todos,  pero en capacidades especiales, muchas veces, es a base de pruebas. Hasta que no les ves haciéndolo no sabes si ese ejercicio les va a ir bien o no, entonces para mí lo que más quebraderos de cabeza me da es que lo que preparo en mi casa lo hago sin saber si a la hora de ponerlo en práctica va a ser viable o voy a tener que acondicionarlo en ese momento. Siempre hay que tener como un plan B y saber qué adaptación poner a cada uno de ellos y si se va a ajustar a sus necesidades.

¿Con qué edades sueles trabajar?

Dependiendo del área es muy diferente. En baloncesto, como competimos en alto rendimiento, son todo adultos de entre 22 y 41 años, pero en el caso de los nadadores del Centro de Tecnificación de Alto Rendimiento el rango de edad es menor, de 18 a 28 años, de hecho, aquí tenemos incluso a dos atletas que compitieron el año pasado en los Juegos Olímpicos de Tokio. La escuela de slalom –disciplina de esquí alpino y snowboard alpino, que implica esquiar entre varas o puertas-, que hemos abierto este año, estamos enfocados a gente en silla de ruedas por una parálisis cerebral, un daño cerebral adquirido o con una discapacidad física severa, y tenemos niños de 8, 9 y 13 años. Y en el caso de Medina el rango de edad es totalmente variado.

En general, a parte de la discapacidad, ¿cuáles son las principales diferencias entre el deporte adaptado y no adaptado, tanto dentro como fuera de la pista?

Fuera de la pista es un poco triste, por decirlo de alguna manera, pero a día de hoy todavía hay personas que no conciben que hay gente con otro tipo de capacidades o de características diferentes y que se les quedan mirando como si fuera algo raro. Cuando eso ocurre es bastante impactante. La discapacidad puede ser también adquirida, y hay que ser consciente de que en cualquier momento podemos adquirirla y que nuestra vida cambie por completo.

Y dentro de la pista la verdad que es un trabajo muy gratificante, porque suelen tener unas progresiones bastante más visibles que otros colectivos y, dependiendo del objetivo que se fije en la actividad: una actividad de readaptación o de mejora del estilo o de la calidad de vida del deportista, se nota un montón. Por ejemplo, una persona con una movilidad muy reducida que de repente empiece a hacer una actividad física y empiece a ganar autonomía o movilidad es un progreso increíble y que a ellos les da calidad de vida. Y si es un alto rendimiento la diferencia con deportistas sin discapacidad en el mismo nivel es poca, ya que igualmente tienen muchas horas de entrenamiento y han de mantener un estilo de vida acorde a su trabajo.

«Nos equivocamos al pensar que «pobrecillos»»

En los años que llevas dedicándote a esta labor, ¿qué anécdotas o vivencias recuerdas con más cariño y cuáles te han marcado?

Con esta profesión anécdotas hay muchísimas, sobre todo graciosas que hasta que no estás en el mundo no eres consciente, como que ellos son los primeros que hacen humor de su situación. Nos equivocamos a veces cuando creemos que “pobrecillos” y ellos lo tienen tan normalizado que hacen hasta bromas de cosas que para algunos puede ser impactante y para ellos es su día a día. Hay que eliminar muchos estereotipos y normalizar más.

Algo que me marcó fue una niña que tenía distrofia muscular degenerativa y que trabajé con ella en piscina en vaso pequeño. Su objetivo era readaptar y, si no, al menos ganar movilidad o intentar que no perdiera. Yo me quedo con que al principio sólo podíamos hacer un trabajo de flotación y que fuera capaz de flotar en el agua, pero ha evolucionado tanto que, actualmente, con mucho trabajo y un proceso de cuatro años, ella es capaz de pasar de estar tumbada a ponerse de pie en el agua sola. Es un paso muy pequeño si lo ves desde fuera, pero si conoces el caso y te das cuenta de que ahora es autónoma en el agua y no necesita la ayuda de sus padres pues es una satisfacción increíble.

¿Qué opinas del convenio de colaboración que el Ayuntamiento de Medina ha firmado con la Fundación Eusebio Sacristán para desarrollar la Escuela de Deporte Inclusivo de CyL en el municipio?

Entiendo que Eusebio Sacristán ha hecho mucho por el deporte inclusivo y adaptado, pero desde mi punto de vista yo sé que ellos hacen un proceso despegado, van varias sesiones, hacen su trabajo, que está muy bien, pero como que luego no le prestan mucha más atención.

Es importante que se creen este tipo de escuelas y, obviamente, todo lo que se haga con población con discapacidad, más en el mundo del deporte, es bienvenido, pero yo lo veo un poco frío, por mi parte apostaría por un trabajo más personal y diario.

¿Qué actuaciones se pueden hacer para crear un entorno inclusivo en el deporte y en la vida en general de estas personas?

Tienes que saber el objetivo. En alto rendimiento ni siquiera ellos quieren que sea inclusivo, porque en algunos deportes se pueden compartir instalaciones, pero en otros, como el baloncesto, eso es muy complicado. En un partido con una persona en silla de ruedas y otro a pie puedes poner en riesgo la integridad del segundo y yo entiendo un deporte inclusivo a nivel base, pero siempre poniéndote en la piel de la persona que tiene este tipo de discapacidad o cualquier otra.

«No es justo que la normalidad de estas personas no lo sea para nosotros»

¿Qué demandarías a las administraciones para poder dar un mejor servicio en tu área?

Dar un apoyo económico a todo grupo de trabajo o entidad que apueste por una adaptación, por una inclusión de este colectivo en cualquier ámbito sería muy interesante. Es necesario contratar más técnicos, inversiones para mejorar instalaciones y ayudas para comprar material adaptado, porque ese tipo de instrumentos es bastante caro. Yo entiendo que cuando trabajas para una gran mayoría la gran minoría no te sale rentable, pero cuando hay un apoyo económico que facilite esa adaptación la cosa cambia y habría mucha más gente con discapacidad, independientemente del tipo, que se vería beneficiada.

¿Qué otras actuaciones se pueden llevar a cabo para alcanzar la normalización?

Sería importante poner en marcha movimientos de sensibilización y visibilización. Por otro lado, desde la Federación llevamos a cabo un proyecto de la Junta que se llama ‘Tiempos Paralímpicos’ que consiste en dar visibilidad al deporte adaptado y al deporte paralímpico. Te puede llamar algo la atención, pero no hasta el punto de quedarte mirando como si fuera un bicho raro y le hagas sentir incómodo. Hay que sensibilizar a la población para que veamos que es una situación totalmente normal, y no es justo que su normalidad no lo sea para nosotros.

Con este proyecto cada vez nos dirigimos a un público concreto, desde educación infantil y primaria, secundaria, formación de profesorado y centros de educación especial, y es una de tantas propuestas que se pueden llevar a cabo para que un día, esperemos no muy lejano, todos podamos ver a personas con discapacidad como iguales y que les preguntes qué tal el día y no qué te ha pasado.