Labradores acuden a la llamada de la siega en Nava del Rey
Una decena de segadores y espigadoras recrean, el primer sábado de agosto, los trabajos tradicionales que se realizaban en el campo, y lo hacen al compás de jotas y dulzainas
Al igual que el timbre de los colegios marca la señal de entrada y salida a la escuela, el repique de campanas se encarga de llamar a los segadores y espigadoras de Nava del Rey. Ha llegado el momento. La cosecha esta lista y hay que recogerla, y aunque las máquinas están preparadas para hacer su labor, esta vez va a ser diferente; el campo pide las diestras manos de los labradores y que la tradición vuelva a marcar el ritmo de trabajo en una jornada dedicada a homenajear nuestro pasado.
Adaptado a los tiempos pero con su esencia original, durante el primer sábado de agosto una decena de segadores y espigadoras navarreses, ataviados con sombreros de paja, pañuelos y las vestimentas de nuestros abuelos, acudirán a la llamada de las campanas a primera hora de la mañana para comenzar un día en el que el municipio recuerda sus raíces agrícolas y recrea la siega manual.
Así, desde lo más alto de la iglesia de Los Santos Juanes, la llamada al trabajo empezará a sonar a las ocho de la mañana, y con jornaleros, dulzaineros y curiosos reunidos a las puertas del templo se iniciará la peregrinación hasta el campo –a pie, en bici o en carro-, donde los primeros rayos de sol ya iluminan las tierras de labranza que se mecen con la brisa veraniega.
Una vez en la tierra, hombres y mujeres –miembros de la Junta Agropecuario Local y algún voluntario que conoce el oficio- tomarán posiciones en la pequeña porción de campo que se ha dejado habilitada para llevar a cabo la recreación. Hoces y horquillos en mano, cada uno tiene claro cuál es su cometido, y sin perder tiempo comenzarán a agachar el lomo y a darle duro al trabajo con tanta presteza que, durante el tiempo que toman las labores, sólo se escuchará el murmullo y alguna que otra risa acompasadas con el rasgar del trigo. Y mientras los labradores se afanan, tras ellos irá otro grupo de personas que se encarga de recoger y atar los haces de paja.
Tradiciones de campo
Una vez finalizada la siega llegará el momento del almuerzo, el instante más esperado por todos los jornaleros, donde las botas tradicionales serán las encargadas de refrescar a los trabajadores con vino, agua o con lo que ellos las hayan rellenado antes de salir a faenar, al tiempo que se despliega un festín compuesto por los frutos de la matanza, así como de los quesos de la zona, y con el que segadores y espigadoras recuperarán fuerzas para continuar con las tareas campestres.
En este lapso de tiempo, los dulzaineros tomarán la palabra, acompañando el descanso de los agricultores con jotas y canciones típicas relacionadas con las labores de la tierra, y los miembros de la Asociación ‘El Cribero’ –entidad organizadora de la fiesta- bailarán al son de estos compases típicos del folclore castellano.
Para amenizar este tiempo y que los más pequeños también tengan su momento de diversión, a modo de atracción, uno de los labriegos unirá un trillo al yugo de los bueyes o, si no se pudiera contar con estos animales, a un tractor, y como si de un trineo rural se tratase, pasearán por la tierra a los más pequeños subidos en este apero.
Además, en cada edición, según explica Marcos Rodríguez, presidente de ‘El Cribero’, también aprovechan este parón para hacer entrega del Fajín de honor; distinción que cada año se entrega a uno de los agricultores colaboradores en la fiesta y que consta de un fajín con las iniciales del galardonado grabadas.
«Un pueblo sin tradiciones es un pueblo sin porvenir»
Con las pilas cargadas y los premios entregados es hora de volver al trabajo, y en este punto de la jornada todos los participantes tendrán que agachar el lomo para cargar los haces de trigo en las carretas y remolques que después serán tirados por bueyes o mulas hasta el centro de la localidad.
Bailes y trilla
La jornada no acaba aquí y, poco a poco, las más de cien personas que han pasado la mañana en el campo irán llegando a la Plaza Mayor de la villa dispuestas a seguir disfrutando de la tradición y la historia que envuelven esta fiestas.
Ya en el ágora navarrés, el baile y el jolgorio protagonizan la escena hasta que, sobre las doce, la comitiva llevará los carros con la mies a la era o, en su defecto, al Paseo de los Setos, una zona ajardinada que se encuentra en la salida del pueblo. «En estas fechas en la era puede hacer mucho calor, y la sombra de los árboles que hay en el Paseo lo alivia», apunta Rodríguez. Una vez aquí, la siguiente tarea es la trilla y la limpieza del trigo, una ardua labor que segadores y espigadoras llevarán a cabo ante la atenta mirada de los vecinos y visitantes. «Aquí montamos un pequeño bar con refrescos y tiracañas que nos ayudan a soportar el calor».
Y para finalizar la mañana de trabajo, todo el que haya comprado un ticket podrá degustar el tradicional cocido que la asociación ofrece bien, en la Casa de Cultura o en la calle, «dependiendo de las temperaturas y de cómo esté la situación sanitaria», apunta Rodríguez.
Al margen de las actividades propiamente agrícolas, desde la organización también se ha convocado una nueva edición del concurso de fotografía, un certamen en el que se premiará con una compensación económica a la fotografía que mejor plasme la esencia de esta fiesta, además de ser la imagen que encabezará el cartel del próximo año. Del mismo modo, al caer la tarde, un festival de folclore o un concierto de música tradicional cerrarán la décima edición de la Jornada de la Siega, una actuación que, según explica Marcos, «aún está por decidir».
Y para finalizar la mañana de trabajo, todo el que haya comprado un ticket podrá degustar el tradicional cocido que la asociación ofrece bien, en la Casa de Cultura o en la calle, «dependiendo de las temperaturas y de cómo esté la situación sanitaria», apunta Rodríguez. Al margen de las actividades propiamente agrícolas, desde la organización también se ha convocado una nueva edición del concurso de fotografía, un certamen en el que se premiará con una compensación económica a la fotografía que mejor plasme la esencia de esta fiesta, además de ser la imagen que encabezará el cartel del próximo año. Del mismo modo, al caer la tarde, un festival de folclore o un concierto de música tradicional cerrarán la décima edición de la Jornada de la Siega, una actuación que, según explica Marcos, «aún está por decidir».
El presidente de la asociación comenta que este tipo de eventos son una forma de rendir homenaje a nuestras raíces y asegura que «es digno de ver». «Muchas personas no lo han visto nunca, sobre todo niños, y les choca como antes se hacía absolutamente todo con las manos, y las máquinas no eran las encargadas de hacer todo el trabajo». Marcos Rodríguez afirma que es «admirable» cómo nuestros antepasados pasaban el día en el campo y luego tenían tiempo de criar a sus hijos, y considera que fiestas como la de la siega son una manera de demostrar la importancia que tienen las tradiciones en el acervo de los municipios como Nava, ya que como a ellos les gusta decir: «un pueblo sin tradiciones es un pueblo sin porvenir», y recordar de esta manera que «lo que hoy en día tenemos es gracias a lo que ayer fue».