Padilla y la Mejorada, suspiros comuneros en Olmedo
Entre los tres líderes que guiaron el levantamiento de la Guerra de las Comunidades, Juan de Padilla es uno de los más famosos y sobre el que la leyenda más ha crecido en torno al lugar en el que descansan sus restos, siendo este monasterio jerónimo el emplazamiento en el que se cree que se encuentran
¿Realidad o leyenda? La Guerra de las Comunidades y los acontecimientos que en ella tuvieron lugar siempre ha planteado varias incógnitas a todos aquellos que se han interesado por ella, pero sobre todo a los que han investigado acerca de dónde acabaron los restos de los tres líderes del levantamiento. Sin embargo, el capitán que más interrogantes suscita, y sobre el que la leyenda más ha crecido a lo largo del tiempo es Juan de Padilla que, aunque ejecutado y expuesta su cabeza en la villa de Villalar, la historia dice que su cuerpo fue trasladado al Monasterio de la Mejorada, en la localidad de Olmedo, -a fin de no convertirlo en mártir de la rebelión si lo llevaban a su ciudad natal- y de donde se cree que su espíritu nunca se ha movido.
Toledano de nacimiento, Padilla fue uno de los líderes más afamados y mitificados de la revuelta comunera, ya que se le considera el principal instigador del alzamiento de las ciudades y de la pequeña nobleza en contra del rey Carlos I de España y V de Alemania –hijo de Juana I de Castilla y nieto de los Reyes Católicos- tras su llegada al trono en 1520.
La contienda detonó debido a que los castellanos -un pueblo de usos muy arraigados- no querían ser gobernados por un monarca que no se había criado en Castilla, que apenas sabía el idioma y que además de subirles los impuestos les estaba entregando los cargos principales del gobierno a nobles extranjeros. Y se saldó, después de un año de enfrentamientos, en la batalla de Villalar, donde los tres capitanes comuneros –Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado- fueron ejecutados y enterrados.
Según cuenta la historiadora medinense, Nazaret Sáez, existen varias teorías y especulaciones acerca de las razones que movieron a esta pequeña nobleza a alzarse en contra del soberano, pero sobre lo que hace hincapié es en que los rebeldes no buscaban derrocar a Carlos y establecer una república. «Estamos en 1520, ellos no conocían ni concebían un reino sin un rey, simplemente no les gustaba Carlos y querían sustituirlo, y, en concreto, querían que fuera su madre, Juana, quien ocupara su puesto». Pero este no es el único interrogante sobre la batalla de Villalar. Sáez señala que el paradero de los restos de los líderes comuneros también ha sido objeto de estudio a lo largo de la historia, sobre todo en el caso de Padilla.
De noble regidor a líder de la sublevación
Juan de Padilla, que era regidor de la ciudad de Toledo, se convirtió en uno de los principales cabecillas de la guerra tras la llegada de Carlos al trono, pero las motivaciones que lo llevaron a liderar el alzamiento son puestas en duda entre detractores y defensores, ya que los primeros consideran que lo que le movía era la defensa de sus propios privilegios, mientras que los segundos aseveran que de verdad luchaba en pro de los intereses del pueblo.
Traidor para unos y héroe para otros, Padilla sigue siendo uno de los personajes más estudiados en la actualidad, pero lo que Nazaret apunta es que todos los que han escrito sobre su figura «siempre hablan con respeto y admiración de él». Por ello, esa admiración, sumada al prestigio que la familia del comunero tenía en Toledo se tradujo en que, mientras los cuerpos de Bravo y Maldonado fueron llevados a sus ciudades de origen –Segovia y Salamanca, respectivamente-, el rey, temeroso de que el panteón familiar fuera un lugar de culto y peregrinaje para los que aún eran afines a la causa, y el capitán toledano se convirtiera así en mártir, nunca autorizó que los restos se trasladasen a Toledo, sino que los envió al Monasterio de la Mejorada, en Olmedo. Pero, ¿aún siguen allí?
La tumba perdida de Padilla
Aunque existen diversas versiones sobre que el líder de la revuelta aún descansa en el campo de batalla, la historia y la creencia popular aseguran que los restos de Padilla fueron enterrados en la capilla Mudéjar de la Mejorada de manera provisional, incluida su cabeza. «Las malas lenguas dicen que, unos días más tarde de llevar el cuerpo, apareció tirada en las inmediaciones del monasterio», cuenta Zenón García, cronista de la Villa de Olmedo, quien está convencido de que Padilla nunca se ha movido del claustro.
Por su parte, el arquitecto Rafael Moneo, actual propietario de la finca y de la bodega que en ella se encuentra, explica que el monasterio sufrió muchos cambios desde aquél suceso, tales como la invasión francesa durante la Guerra de Independencia o la Desamortización de Mendizábal, así como las consecuentes obras de rehabilitación con la llegada de los viñedos. Sin embargo, existe un edificio que no ha experimentado ningún cambio y que el propio arquitecto considera «su joya»; la capilla Mudéjar.
Declarada Monumento Nacional desde 1931, la cúpula azul celeste y la mezcla de estilos arquitectónicos que la componen guardan en su silencio los suspiros comuneros de la tumba de Padilla. Y es que Moneo asegura que allí, en un pequeño nicho junto a la puerta de entrada se encuentran los restos del cabecilla de la revuelta. El arquitecto aclara que «se trajo el cuerpo al monasterio de manera provisional para que estuviera custodiado y no se lo llevaran», y añade que no existen datos que demuestren que lo trasladasen después, ya que el mantenerlo en el monasterio también era un castigo para su mujer, María Pacheco, quien continuó con la revolución incluso después de la muerte de los capitanes. De hecho, a modo de homenaje y como guiño al capitán toledano y a lo que su figura representó para la historia de castilla, la bodega ha nombrado a uno de sus vinos con el nombre de la batalla que supuso el fin de Padilla, y el principio de su leyenda; Villalar.
La Capilla Mudéjar
Fundado a comienzos del siglo XV por el infante Don Fernando de Trastámara, que más tarde sería Fernando I de Aragón, el Monasterio Jerónimo de La Mejorada fue un lugar de encuentro obligado en la Castilla de los siglos XV y XVI, visitándolo con frecuencia los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II.
El importante papel que jugó en la vida social de aquellos años lo prueban tanto el que en el Monasterio de La Mejorada Cristóbal Colón redactase el Memorial de 1497 como el que Berruguete labrase para su iglesia el retablo. La vida del monasterio quedó interrumpida con la Guerra de la Independencia, en la que fue completamente desmantelado, y tan sólo la capilla mudéjar quedó en pie.
Este edificio es el emblema de la bodega que hoy se ubica en la finca y, de hecho, su actual propietario, Rafael Moneo, asegura que es la razón de que él se interesara por los terrenos. Declarada Monumento Nacional en 1931 su restauración está inacabada, pero bajo el amparo de su magnífica cúpula azul aún se distinguen las muestras de la influencia que la cultura islámica tuvo en Castilla en el siglo XV.
Tras un pórtico en el que el picaporte es lo primero que llama la atención –ya que cuenta con una reinterpretación del arquitecto sobre un detalle del remate de una verja de Gaudí-, el visitante entra a un espacio donde un manto de lavanda cubre el pavimento, envolviendo la estancia de un aroma muy singular. Y cuando, después de admirar la belleza de sus ornamentos, el turista se gira para salir nuevamente al campo, sus ojos se fijan en el nicho que se encuentra junto a la puerta. Esta sepultura, que cuenta con motivos hispano-musulmanes, se dice que fue la tumba en la que, al menos por un tiempo, descansaron los restos del capitán comunero Juan de Padilla, y de donde puede que nunca salieran.