Un Tratado para contentarlos a todos
Las Casas del Tratado de Tordesillas cuentan la historia de la firma de un documento que puso fin a las disputas entre España y Portugal por la conquista americana
Un Tratado para contentarlos a todos. Un Tratado para repartir sus conquistas. Un Tratado que evitase la guerra y mantuviese la paz. Tordesillas fue testigo, hace más de quinientos años, de las negociaciones sobre un documento que pasaría a la historia por sentar los derechos de navegación y conquista de España y Portugal en el Nuevo Mundo; el Tratado de Tordesillas.
En 1494, una casa palaciega del siglo XV fue testigo del encuentro entre representantes de la Corona de Castilla y del Reino de Portugal, que se sentaron a negociar un acuerdo ya que, tras el regreso de Colón, los lusos creían que parte de las tierras descubiertas les pertenecían. Por ello, para evitar una nueva guerra se firmó este tratado, que sentaba las bases sobre las conquistas en América de los dos imperios.
Este hecho tuvo lugar en la casa palaciega de Alfonso González de Tordesillas, repostero de camas de los Reyes Católicos, y de su esposa, Leonor de Ulloa. Un edificio que, con el pasar de los siglos, ha tenido varios usos, tales como asilo, convento o colegio rural, pero cuando un incendio asoló sus muros se abandonó, y no fue hasta 1994 cuando, con motivo del V Centenario de la firma del Tratado de Tordesillas, que se rehabilitó por completo su estructura –a excepción de la fachada, que es la única parte de la casa que se conserva intacta-. Desde entonces se dedica a fines culturales y turísticos, y en su interior se encuentra la Oficina de Turismo.
Además de para estos propósitos, el edificio también alberga el Museo del Tratado, una galería a través de la cual se pueden conocer los secretos en torno a la firma de este escrito, así como otras curiosidades de la época. Tal es el éxito de esta exposición que al año reciben a más de 50.000 visitantes, que se acercan, curiosos, atraídos por la historia que sus paredes entrañan.
528 años de historia
A lo largo del tiempo se han creado varias versiones sobre cuál fue el lugar de la firma del Tratado, ya que según cuenta Arancha Herrero, una de las responsables de las visitas al Museo, «existiendo un palacio real a pocos metros ¿cómo no se iba a firmar allí?». Herrero explica que la tradición siempre ha dicho que fue en las Casas donde tuvo lugar este hecho histórico, y en el año en el que se conmemoraron los 500 años de su rúbrica «un comité científico compuesto de diferentes profesores universitarios marcaron este edificio como el lugar en el que se dio el encuentro». Lo que sí señala la guía es que los Reyes Católicos se encontraban en el Palacio Real Desaparecido cuando tuvo lugar la cita, «razón por la que puede venir la confusión».
Las Casas del Tratado reciben al año 50.000 visitantes
Tras cruzar el pórtico de la vivienda –coronado por los escudos de los Reyes Católicos y de los propietarios de la casa-, el visitante se dirige hacia un pequeño patio de luces, en el que las maquetas de La Pinta, La Niña y La Santa María presiden la estancia. Y es que con el regreso de estas tres carabelas, después del primer viaje de Cristóbal Colón, comenzaron los problemas. El rey portugués reclamó como suyas las tierras descubiertas, alegando que según el Tratado de Alcaçobas -que supuso la paz en la guerra de sucesión por el trono de Castilla-, las regiones que se encontraban al sur del Paralelo de las Canarias eran portuguesas y, como en ese momento no se sabía situar muy bien dichos territorios y no querían volver a entrar en guerra, «algo muy moderno para la época», decidieron negociar y redactar un documento por el que todos estuvieran conformes.
De este documento se elaboraron dos versiones, una en castellano y otra en portugués –de los que se pueden encontrar dos facsímiles en la exposición del Museo-, y se intercambiaron, de tal forma que el escrito de España se encuentra en Portugal, en el Archivo Nacional Torre Do Tombo, y el portugués en el Archivo de Indias de Sevilla.
El acuerdo no solo marcó la lengua y la cultura de millones de personas, sino que además supuso una revolución alimenticia y agraria entre dos mundos, por entonces, muy diferentes. A ese intercambio cultural se le ha dedicado toda una sala en el Museo, donde se pueden ver distintos elementos que se llevaron a América y aquellos que se trajeron desde allí. Asimismo, en esta estancia se encuentra un cronograma en el que se realiza un paralelismo de lo que estaba pasando en un mismo momento del tiempo en España y Portugal, en América y en el resto del mundo.
El Tratado de Tordesillas es el primer documento español que entró en el Registro de Memoria del Mundo de la UNESCO
«Muchas veces no pensamos lo que pasa en un mismo momento en distintos lugares y este elemento es una forma de dar a conocer, de manera más visual, los contrastes históricos en una parte del mundo y en otra», afirma Arancha Herrero, quien apunta que «por ejemplo», cuando Monte Zuma sube como emperador Azteca, en esta parte del meridiano ya se había esculpido el David de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci había pintado la Gioconda. La responsable de las visitas asegura que «otra prueba de la importancia que este escrito tuvo en la historia de España y del mundo» es que fue el primer documento español que entró en el Registro de Memoria del Mundo de la UNESCO, en 2007.
¿Por qué casas en plural?
Una de las preguntas que se suelen hacer los visitantes es por qué si el Tratado se firmó en una casa, son dos las que llevan el nombre del mismo. Herrero revela que la segunda vivienda es dos siglos posterior a la de la firma, «pero al estar unidas se las conoce como Las Casas del Tratado».
Esta segunda residencia también está dedicada a fines culturales y turísticos, ya que entre sus muros se encuentra la biblioteca municipal de Tordesillas y la exposición de edificios emblemáticos de Castilla y León, una muestra de seis maquetas entre las que se encuentran las réplicas de las Casas del Tratado, del Castillo y Archivo de Simancas, la iglesia de la Antigua de Valladolid, la Casa Botines de Gaudí en León, el Castillo de Fuensaldaña o el Cristo del Otero de Palencia.
En este pequeño museo arquitectónico también han recreado el Palacio Real Desaparecido. «Los visitantes venían preguntando por él, así que para que pudieran verlo decidimos hacer una réplica», declara Herrero, quien explica que la reproducción se hizo a través de documentos del derribo «para saber cómo era exactamente», y que contaron además con la ayuda del arquitecto Roberto Rueda y el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, Miguel Ángel Zalama.
Quizá la sala original de la firma del acuerdo y aquellos que estuvieron presentes en su rúbrica han desaparecido, y los nuevos muros ya han visto muchos inviernos desde que los originales, que albergaron aquél encuentro, perecieran entre las llamas. Pero la historia aún se respira en el pórtico de esta casa, fiel testigo de las negociaciones que marcaron un antes y un después en la historia del mundo.