Crónica de… Imágenes que cuentan cuentos
Alberto Sobrino es ilustrador y escritor de libros infantiles y, con un estilo que busca divertir al lector al tiempo que le hace reflexionar, considera que este tipo de relatos no se centran sólo en el público más joven, sino que «son para todo el mundo»
Divertidos, únicos, con personajes de facciones singulares y rasgos característicos, cuentos y cómics siempre se han encargado de reflejar en imágenes las historias más rocambolescas que la imaginación humana ha podido originar. Y aunque las palabras son el fundamento de estos relatos, sin esas figuras caricaturizadas las narraciones se verían, de alguna manera, empobrecidas, pues son un complemento esencial para potenciar la creatividad de los niños que las escuchan y leen y que utilizan esas representaciones gráficas como punto de apoyo para comprender el trasfondo que estos relatos comprenden, de tal forma que las imágenes no sólo hacen más bonito el cuento, sino que, a su modo, también se encargan de contarlo.
Sin saberlo, los propios ilustradores se convierten así en escritores cuando parten de cero, sin un texto previo con el que guiarse, y sus trazos van dando vida –a través del recorrido de sus lapiceros en los folios en blanco o, en los casos más modernos, de los lápices interactivos y las páginas vírgenes de sus tablets y ordenadores- a fábulas y cuentos muy particulares.
Eso es lo que le pasó al ilustrador serradeño Alberto Sobrino, quien admite que se convirtió en escritor de manera casual, pues hasta entonces los dibujos eran su único método de expresión. Sin embargo, cuando presentó uno de sus relatos al concurso organizado por un periódico se dio cuenta de que llevaba tiempo escribiendo sin darse cuenta. «Hasta entonces sólo había hecho el guion para algún cómic o cuento, pero nunca me había parado a desarrollar la parte del texto aunque, si lo pienso ahora, cuando haces un libro ilustrado ya estás contando una historia, así que, de alguna manera, llevaba tiempo haciéndolo sin saberlo», explica.
Influenciado por los mortadelos de Ibañez y las creaciones de los hermanos Fresno como ‘Benito Boniato’, Sobrino tenía claro desde niño que su vida profesional se iba a contar a través de ilustraciones. Así, a los doce años comenzó su andadura en la revista ‘El Borondón’ de Serrada, pero sus pinitos laborales no se quedaban ahí, sino que la portada de la revista escolar también corría a cargo del joven hasta que, siendo ya un adolescente, le encargaron el cartel de las fiestas de su pueblo.
A partir de entonces, y mientras compaginaba su pasión con los estudios, se dedicó a hacer diferentes carteles y murales y sumando encargos que cada vez hacían más grande su portfolio de trabajos: cómics divulgativos de música, viñetas, colaboraciones en revistas… hasta que finalmente se lanzó al mar de la narración y publicó su primer álbum ilustrado: ‘Historias tontas’. «En aquel momento no escribía los relatos o, al menos, no les ponía palabras, y al juntar imágenes y letras salió mi primer libro autoeditado».
«Llevaba tiempo contando historias sin saberlo»
Desde ese instante hasta ahora son varias las publicaciones que tienen la firma de Sobrino, todas ellas dedicadas a los más pequeños, aunque el autor puntualiza que, a pesar de que los cuentos se suelen pensar para el público más joven, «realmente creo que son para todo el mundo». Según comenta el objetivo de toda historia es «generar una reacción», por lo que no importa la edad con la que se reciban, dado que «siempre se va a suscitar algo». «Puede ser algo crítico, un debate, determinadas cuestiones… y si sólo les divierte también está bien».
Alberto aclara que las respuestas son tan variadas como su público, pues el ilustrador realiza diversos talleres en colegios y observa que «dependiendo de la edad se obtienen diferentes reflexiones». Señala que su libro ‘La Norma’ es uno de los que más juego da, ya que en él se establecen distintas reglas y no se deja a la gente ser feliz, y quien lo es va a la cárcel. «Entonces los niños tienen que pensar si esas restricciones están bien o mal y cómo les afecta, y es curioso a la par que gracioso cómo la inocencia en algunas edades y la picardía en otras les hacen lanzar distintos argumentos», unas reacciones que respaldan su teoría de que no es tan importante cuántos años tienen los lectores como las sensaciones y pensamientos que los libros suscitan en ellos. Algo que para el autor es «muy enriquecedor».
«La gente son historias y una fuente de inspiración»
Lo mismo ocurre con ‘Pájaro Feliz’, uno de sus cuentos favoritos y al que «más cariño suelen tener los niños». «Lo hice hace diez años y lo he reeditado hace poco y es un cuento que les hace reír en cada una de sus páginas por el tipo de pájaro que sale, pero también les hace pensar», argumenta. Este álbum ilustrado presenta distintos personajes que quieren ser como otro que, a su vez, tampoco está conforme con lo que tiene y se quiere parecer al siguiente, pero la clave está en el último, el Pájaro Feliz, que no quiere ser como nadie. «Este cuento lo han utilizado muchos profesores para transmitir a los alumnos esa enseñanza fundamental de que no hay que compararse con nadie para encontrar la felicidad, sino que tenemos que potenciar lo que somos sin mirar al de al lado», una reflexión muy importante que, al igual que muchas otras de las que se esconden entre las divertidas caricaturas de Sobrino, influyen positivamente en la infancia.
Inspiración por doquier
Como todo artista, el serradeño también tiene sus propias musas, unas tan comunes que pasan desapercibidas pero que para él son su fuente inagotable de inspiración. Sobrino explica que cuando busca nuevas ideas y enfoques, tanto para sus trabajos como para sus libros, salir a dar un paseo es casi como una costumbre, pues no sólo le sirve para despejar la mente y aclarar el barullo de ideas que se agolpan en su cabeza, sino que estas caminatas le dan la oportunidad de hablar con unos y con otros, de conocer nuevas visiones… y es que para él «la gente son historias, y cuando me pongo a escribir pienso lo que me han contado y qué hubiera pasado si los acontecimientos se hubieran desarrollado de otra manera y, así, es como salen los nuevos proyectos».
Deidades terrestres de la inspiración que le ayudan, sin darse cuenta, en todas sus creaciones, no sólo en las ilustraciones para cómics, cartelería o revistas, también para murales y todo tipo de encargos. «Te vas adaptando a lo que salga, igual que a la hora de dibujar, que acondicionas los dibujos en función de las peticiones y el concepto sobre el que versen, de tal forma que los rasgos de los personajes pueden ser más o menos exagerados según el propósito que tenga».
«La era digital no ha desbancado al papel ni creo que lo haga»
Lo que tiene claro es que los encargos tienen prioridad ante sus proyectos personales, ya que para estos últimos le gusta tomarse su tiempo, no tener mucho ruido alrededor y sacarlo adelante con tranquilidad; y aunque de momento no tienen nada en mente a corto plazo, son muchos los libros que revolotean en su mente mientras se dedica más a la ilustración y menos a la redacción.
Los cuentos del futuro
Para Sobrino, la era digital no ha desbancado por completo al papel, ni cree que eso vaya a ocurrir, pues aunque esta creencia tenía mucha fuerza hace unos años «las editoriales no dejan de publicar libros físicos». De hecho, a su modo de ver, la piratería narrativa ha provocado, sin quererlo, la compra de originales. «La gente lee online y si les gusta el libro se lo compran. Es un proceso distinto al que tenía mi generación, que si querías leerlo no tenías otra opción que comprarlo, pero eso no quiere decir que sea peor porque al final las ventas siguen produciéndose».
Al contrario que los adultos, los niños son más partidarios de la materialidad en sus cuentos, ya que las sensaciones que les produce el poder palpar las páginas no es comparable a la frialdad de un dispositivo digital.
Por ello, Alberto Sobrino defiende la celebración del Día del Libro como un día específico en el que poner en valor la lectura, «pero ese fomento no se puede quedar en un solo día, sino que ha de llevarse a cabo durante todo el mes y todo el año», y puntualiza que «para que haya libros hay que comprar libros, porque ahí es cuando podrían desaparecer de manera física y no podemos dejar que eso pase».