«La adicción en mujeres es más difícil de identificar porque lo hacen a escondidas»
María Losada trabaja en Proyecto Hombre, y revela que el apoyo familiar es primordial, pero que la «estigmatización» de la mujer en la sociedad hace que a ellas les cueste más pedir ayuda y admitir que tienen un problema
Licenciada en Educación Social, María Losada está especializada en igualdad y adicciones, y desde diciembre de 2019 es técnico de prevención en la asociación Proyecto Hombre, donde se dedica a la organización y gestión de talleres enfocados a jóvenes que eviten el consumo de drogas y las adicciones sin sustancia –como son los videojuegos o el móvil-, pero también de un servicio integral de atención a mujeres víctimas de violencia de género que toman drogas debido a su situación. Aunque duro y cansado, la medinense admite que su trabajo es «muy gratificante», ya que cada día se va a casa con la satisfacción de haber hecho una buena acción.
¿Cómo ayudáis a las mujeres víctimas de violencia de género que acuden al Centro de Día?
Tenemos un piso con la Junta que actúa como centro de emergencia para esas mujeres que no solo tienen problemas de violencia, sino también con el consumo de sustancias, tanto si vienen acompañadas de menores como si no. La idea de esta casa es que hagan su vida poco a poco con el acompañamiento, tanto de las terapias con la psicóloga, como el mío en toda la parte educativa.
¿Cuáles son las principales causas de las adicciones en estos casos?
Principalmente el consumo se da porque sus parejas les obligan a hacerlo, y entre eso y que es como una vía de escape se junta todo: la baja autoestima que tienen, la violencia que se ejerce sobre ellas… y eso les lleva a consumir.
Es complicado, pero también es muy bonito trabajar con ellas porque precisan de mucha ayuda. De por sí las mujeres víctimas de violencia de género la necesitan, pero estas, que tiene más carga, requieren mucho más.
¿Cómo se ayuda a los menores que, en ocasiones, las acompañan?
Se les hace un apoyo a la crianza, y cuando entran en los colegios se ocupan los equipos de orientación de los centros para que haya ayuda desde dentro y también está detrás todo el servicio de infancia de la Junta. Al final es una red de apoyo muy grande alrededor de ellos.
¿Cuál es la tendencia general, hay más hombres o más mujeres adictos? ¿Por qué?
Se dan más casos de hombres que de mujeres. Pero porque sí que es cierto que las mujeres todavía están muy invisibilizadas y se les pone mucho más la mirada encima si van a Proyecto Hombre o a terapia. Se las juzga y están más señaladas, y eso se nota mucho, por ejemplo, en que, normalmente, las mujeres que vienen lo hacen solas, no vienen con el apoyo familiar porque, entre otras cosas, no lo saben, y los hombres sí, siempre traen a alguien. Es una de las cosas que intentamos cambiar para que no les cueste tanto pedir ayuda por el qué dirán y puedan admitir sin reparos que tienen un problema.
Los hombres que consumen han empezado a hacerlo con su grupo de amigos, por una mala época en el ámbito profesional, entre otras. Es algo más social. Sin embargo, en mujeres es otro tipo de consumo. Suele ser por cargas familiares, por falta de cuidado personal… y el tratamiento se hace enfocado desde un aspecto más emocional y en grupos separados de los hombres. Al final, toman alcohol –que es el principal problema en ellas- y lo hacen a escondidas.
Y en adolescentes suele ser igual en los chicos, más lúdico, aunque también tiene mucho que ver con la presión social, sobre todo, de no quedarse atrás o ser menos ‘guay’ por no hacer lo que hacen tus amigos. Por su parte, las chicas maduran mucho antes y quieren ser mayores mucho antes, con lo cual, lo hacen para llamar la atención de los chicos mayores y ser aceptadas en el grupo. Es cierto que esa madurez prematura hace que empiecen más pronto a tomar drogas, pero también que lo dejen antes.
¿Cómo se las puede ayudar?
Es complicado. Las que vienen están encantadas y además hay muy buenos resultados, pero la sociedad no avanza, y cuando tú vas por ahí y ves a un grupo de chicos que va bajo los efectos del alcohol y te hace gracia, pero si ves a uno de chicas siempre dices: anda que estas como van, o se considere ‘rarito’ a un hombre por no beber, es porque todavía queda mucho que hacer para que no se haga esa diferenciación.
En general, ¿cómo es la ayuda que facilitáis a las personas que llegan al centro?
Lo primero que se hace es una entrevista individual y se valora su problema, cuál es la causa de la adicción y entonces entran en los diferentes grupos de terapia. Estas reuniones son muy buenas, incluso mejor que las entrevistas individuales con los terapeutas, porque ahí pueden ver las realidades de otros y se apoyan mucho entre ellos. Y luego pasan por diferentes etapas y terapias según sea el avance.
¿Cuáles son las posibilidades de recaer tras superar una adicción y qué se puede hacer para evitarlo?
Suelen darse mucho las recaídas porque no van a salir a la primera de una adicción, lo normal es que haya alguna que otra. Y evitarlo es difícil, pero a través del día a día, de los apoyos, que son un elemento muy importante, sobre todo los familiares o de amigos, y de que se alejen de la gente que les incita a consumir se puede llegar a buen puerto. Pero las recaídas son normales dentro de un proceso de adicción, se sigue trabajando a raíz de ellas y no hay problema.
¿Cómo se puede reconocer o cuáles son las pautas que indican que alguien es adicto? ¿Hay adicciones más fáciles de reconocer que otras?
No existen unas pautas. Si tú tienes un familiar o un amigo cercano que ves que empieza a consumir más a menudo, que cada vez lo necesita más –de la droga que sea-, que tiene comportamientos extraños, falta al puesto de trabajo, está agresivo, cambios de hábitos en general, hay que hablar con él o con ella y pedir ayuda, pero una persona con una adicción no tiene unas características físicas específicas. En mujeres es más complicado, por ejemplo, en el tema del alcoholismo, ya que ellas no beben en público y llevan su adicción de manera más privada.
Tenéis un programa de reinserción social, ¿cómo lo lleváis a cabo?
Todo es un proceso integral y, aparte de las terapias, tenemos un servicio de orientación laboral en el que se les enseña y ayuda a hacer un currículum, dónde los pueden mandar dependiendo de la formación, etc. Organizamos algún curso para que los usuarios lo puedan hacer y se les dé un certificado de profesionalidad y a través de las prácticas del mismo encuentren empleo.
Además, se les hace un acompañamiento total y absoluto hasta que se les da de alta, que no es ni en un mes ni en dos, sino que lleva años, y luego nunca terminan de salir, porque se quedan como voluntarios y muchas de las familias también, y siempre se les hace un seguimiento.
¿Tanto te aísla una adicción que se necesita una reinserción?
Te aísla la sociedad. Seguimos siendo una comunidad un poco cerrada con respecto a estas personas y las seguimos viendo como que tenemos que apartarlos. Hay casos que tienen su familia, empleo, etc., pero otros que están solos, y se les acompaña en todo el tema de la reinserción, ya no solo laboral, sino también social.
En Medina del Campo ¿cuáles son los programas que está desarrollando Proyecto Hombre?
Trabajamos con jóvenes, que es algo fundamental, el empezar desde edades de entre 14 a 21 años, y se llama Prevención Indicada. Son chicos que están empezando a tener algún tipo de consumo o alguna conducta disruptiva, violencia intrafamiliar… entonces se empieza a trabajar con ellos y sus familias. No es un tratamiento, ya que ellos, por decirlo de alguna manera, están en la puerta de antes de la adicción. Lo que se pretende es que no den el siguiente paso.
Va una vez a la semana una compañera y se hacen talleres de prevención en los que se tratan las habilidades parentales, es decir, mejorar la comunicación en casa, saber poner normas y límites, no solo a los hijos, sino a todos, y se les da una breve información sobre drogas también, pero de forma trasversal, no solo se centra en eso, porque es más importante saber gestionar los problemas que surgen en la adolescencia, que mejore la comunicación en casa, y eso ya es un factor de protección frente al inicio del consumo de drogas.
¿Las familias son todas de Medina o también de otros municipios de alrededor?
Hasta ahora sólo hemos tenido grupos de Medina, a lo mejor por desconocimiento. Después de la pandemia nos está costando llegar a las familias porque ese periodo cambió un poco los hábitos de vida.
¿Qué se puede hacer para dar a conocer las labores que hacéis?
Nosotros hacemos campañas en redes sociales y yo creo que la gente sí que conoce el trabajo que hacemos. El problema es el ritmo de vida de las familias, y que hasta que no ven que tienen un problema encima tardan en reaccionar, porque siempre dicen bueno, esto ya será más adelante, y cuando se espera para ese momento puede que ya sea tarde. Es muy importante que vengan a los programas antes, pero es difícil cambiar ese chip y prevenir el problema antes de que llegue. Después de las sesiones los chavales salen contentos porque sienten que sus padres ya entienden lo que sienten. Pero la cuestión es que sacan en claro que si hablaran más y tuvieran más conversaciones en casa, a lo mejor se ahorraban gritos y castigos. Es fundamental que tengan un poso de confianza, respeto y comunicación en sus hogares.
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